¡Quiero la verdad!
Se han hecho grandes thrillers judiciales a lo largo de los años, aunque quizás no tanto en el último tiempo. Todo parece indicar que la mejor época de los dramas jurídicos quedó muy atrás. En este caso, El abogado del mal se asemeja más a un episodio largo de Law and Order que a una producción cinematográfica.
La trama es simple y directa, si bien cuenta algunos momentos de tensión bien logrados que resultan cautivantes. El final es sin duda sorprendente, pero algunos lo van a encontrar frustrante y un disparador de preguntas más que un cierre de la historia.
Keanu Reeves (que sigue sin envejecer y reemplazó a Daniel Craig una semana antes de que comenzara el rodaje) interpreta –una vez más– a un personaje enigmatico, con cara de nada, sagaz. Lamentablemente, vuelve a hacer una actuación acartonada que te va a dar ganas de volver a ver el trailer de John Wick: Chapter 2 para recordar que el tipo todavía puede hacer cosas buenas.
Lo que sí voy a admitir es que, dos décadas de preparación después, logra superar inmensamente aquella triste representación de abogado que hizo en El abogado del diablo (1997).
Potencial desperdiciado:
Después de ver El abogado del mal (¡qué título más prostituido!) te queda la sensación de que podría haberse hecho algo mucho más grande. La bella Gugu Mbatha-Raw (Kelly en el capítulo “San Junípero” de Black Mirror) no tiene demasiado que hacer. El joven acusado (Gabriel Basso) literalmente no dice nada hasta que transcurre una hora de película y ni arranquemos con Renée Zellweger (más sobre ella en breve).
Da la sensación de que la directora Courtney Hunt quiso hacer unos pesos rápidos poniendo a algunos actores reconocidos y mostrando un drama judicial genérico. La historia no es mala, pero carece de la energía suficiente para volverse realmente memorable.
¿Qué le pasó a Renée?:
Creo que lo más llamativo de esta cinta no es la ingeniosa premisa de que el acusado se rehúse a hablar con su abogado, por lo que él tiene que defenderlo a ciegas sabiendo que tiene todas las de perder, sino… ¿qué demonios le pasó a Renée Zellweger?
La actriz no sólo está irreconocible luego de una cirugía plástica de la que seguro se arrepiente, sino que además brinda –luego de desaparecer por seis años– una de las peores actuaciones de su carrera. En comparación, Keanu Reeves parece Anthony Hopkins.
Realmente da la impresión de que ella no tiene ganas de estar ahí, y que quiere sacarse la película de encima lo más rápido posible. Si a esto le sumamos una cara extrañísima, su participación termina por degradar toda la historia.
Conclusión:
El abogado del mal sigue las pautas tradicionales de los dramas judiciales. Es clásica, convencional y pasajera, pero tiene algunos momentos interesantes, algún que otro giro argumental sorprendente y un ritmo correcto. Eso sí: para ver en casa con unos mates y sin demasiadas pretensiones.