Acá no progresa el que no quiere
Más afianzada en el documental, con una fuerte perspectiva de género, la realizadora israelí Michal Aviad vuelve a la ficción luego de la prometedora Invisible de 2011; y lo hace, afortunadamente, sin correrse de su eje, poniendo el foco en el rol de la mujer frente a cuestiones sociales y en la problemática del mobbing o acoso laboral.
Desde hace años, décadas, se viene denunciando cómo la inserción de la mujer en el mundo laboral es inequitativa en relación al hombre, por varios factores. No se respeta una paridad, no hay equiparación de salarios frente a igual tarea, y todavía se sigue considerando que la mujer debe cumplir con los quehaceres del hogar aún luego de cumplir una jornada laboral igual o mayor a la del hombre.
Pero hay otro problema más, un padecimiento aún mayor. Cualquier estadística arroja que los casos de mobbing o acoso laboral son ampliamente mayores en mujeres que en hombres. Esto sumado a la sexualización y cosificación de la figura femenina en un ámbito laboral en el que se le exige mostrar una imagen de sensualidad.
Aviad no aplicó eufemismos. En El acoso presenta un claro caso de mobbing que servirá como botón de muestra para algo que es expuesto de forma realista, sin ningún tipo de exageración dramática.
Pero no solo eso; expandiendo esta mirada evidente, también desliza una posición de la clase media trabajadora, obligada a determinadas concesiones en pos de un progreso exigido por el sistema capitalista que no ve con buenos ojos el conformarse.
Bajo falsos preceptos de méritos, esfuerzos, y valoraciones, debemos aceptar todo tipo de resignaciones con tal de tratar de estar en una posición (económica) mejor de la que estamos; porque si aceptamos que es suficiente, podemos quedarnos afuera. Total, todos partimos desde las misma condiciones, no importa la clase ni el género: solo importa cuánto empeño le pongamos a nuestros deseos materiales.
Orna sale a trabajar
Orna (Liron Ben Shlush) está casada con Ofer (Oshri Cohen), y juntos tienen tres hijos. Pertenecen a una clase media humilde y tienen deseos de avanzar. Sobre todo Ofer, que abandona su trabajo para ser un emprendedor poniéndose un restaurante.
Claro, el negocio necesita de un tiempo para asentarse, y en el mientras tanto los gastos no frenan; por lo que Orna deberá volver al mercado laboral.
Produciéndose no le cuesta mucho esfuerzo. Fácilmente consigue un trabajo como asistente en la constructora de Benny (Menashe Noy), un arquitecto que reconocerá su trabajo haciéndola ascender rápidamente; por supuesto, a cambio de…
Aviad expone desde el principio lo que se conocen como señales de micromachismo. Claramente Benny contrata a Orna porque es atractiva, exigiéndole producirse, “cortejar” algún cliente, y también hacer labores de secretaria que no le corresponden. La empuja cada vez más, la lleva hasta el límite esperando que ceda, hasta que finalmente termine avanzando en un acoso concreto.
Orna ve su sueño de progreso roto, pero su familia depende ella. ¿Hasta dónde está dispuesta a soportar?
Así, en El acoso, se va tejiendo un juego de tensión en donde el hombre no acepta un no como respuesta, parece retroceder para luego avanzar más y más; y la mujer no puede salirse de su propio corset social. Siente la obligación de ese progreso. Retirarse es resignarse, estancarse, y eso en el sistema en el que vive no es posible.
La tercera pata de este juego, Ofer, está tan metido en sus propio deseos que -indirectamente- también impone su condición de hombre frente a Orna.
Imágenes del consumo
Más allá de la lectura que flota sobre la superficie de la historia, Michal Aviad construye una sublectura mediante imágenes, gestos, y actitudes, que no necesitan ser expresadas en palabras.
Orna y su madre, pequeñas, entrando a un shopping gigante, en una ciudad rodeada de fuerte consumo. Ahora ella puede acceder, ¿pero a qué costo? El trato que Benny le da a su propia esposa, como si fuese un adorno funcional. La degradación de la figura de Orna en su vida familiar mientras mejora la profesional. El cuerpo habla, no calla.
Podemos encontrar un paralelismo entre El acoso y la recordada miniserie argentina Maltratadas que exponía diferentes casos de violencia de género. En especial los episodios La mejor y Acosada sin salida que abordaban un acoso sexual laboral, y un hostigamiento por cuestiones de género con exigencias fuera de lo racional. Hablamos de cuestiones universales del mundo en que vivimos.
Orna intenta suplir su propio dolor y el descuido a su familia, comprándoles cosas, permitiéndose acceder. Aun dañando su integridad.
¿Será casualidad que su título global Working woman sea similar al título original de aquella oda al capitalismo mercantil disfrazada de comedia romántica Secretaria ejecutiva – Working girl? Mientras que aquella aceptaba a la sexualidad de la mujer como un arma para escalar, en El acoso se condena que la mujer sea relegada a esa situación. Una diferencia sustancial.
Con una correcta progresión dramática, y sin remarcar las tintas sobre lo evidente, Aviad se apoya en las solventes interpretaciones de Liron Ben-Shlush y Menashe Noy. Ella consigue conmover, él se hace odiar. Ambos con naturalidad.