El cine israelí continúa teniendo buena presencia en Argentina
Mientras que numerosas cinematografías otrora presentes en nuestras pantallas (Europa del Este, China, Irán) han entrado en un cono de sombra, la israelí no ha perdido terreno. Con una producción anual que viene oscilando entre 20 y 30 títulos, la que llega a nuestro país varía entre dos y hasta cinco películas (año 2017) por año.
En los últimos veinte años, la mitad de la producción aquí estrenada corresponde a la categoría “opera prima” y en varios casos dirigidas por mujeres. Esta última condición corresponde a El acoso de Michal Aviad, su segundo film de ficción pero con numerosos documentales en su haber.
Otra de las características del cine de Israel es la variedad temática, donde no sólo se plantean cuestiones ligadas a la realidad política (la cuestión Palestina, el ejército, la población árabe) y religiosa, sino también social, en un sentido amplio.
Los temas de diversidad sexual así como los casamientos concertados forman parte de esta última temática, la cual es abordada por el film que nos ocupa.
Desde el comienzo mismo queda claro que toda la trama girará alrededor del personaje de Orna (Liron Ben-Shlush) y su trabajo en una empresa inmobiliaria y de construcción de edificios. Las “torres” a la venta están localizadas en la costa, al sur y muy cerca de Tel Aviv (Rishon LeZion), compitiendo con obras similares en Netanya, al norte de la mayor ciudad de Israel.
Entre los compradores potenciales sobresalen los rusos y franceses, dando lugar a situaciones risueñas que no parecen preanunciar “conflicto” alguno. En verdad este aparece cuando el marido de la protagonista le comenta que las cuentas no cierran en el modesto restaurant de su pertenencia.
Es entonces cuando cobra importancia Benny, el jefe de Orna, quien le propone a ella un incremento de sueldo más una comisión por ventas, elogiando las cualidades comerciales de la joven. Pero como dice el refrán “cuando la limosna es grande…”, aflora pronto un nuevo conflicto que desplaza al anterior. Sin dejar de plantear una cuestión algo convencional y relativamente habitual en las relaciones laborales, la situación se complicará para Orna y alcanzará su punto de máxima tensión cuando viaje con Benny a Paris para convencer a potenciales compradores galos.
Casi monopolizada por el terceto central, la historia tendrá alguna participación de otras dos mujeres: la madre de Orna y la esposa de su jefe. No debería sorprender el peso de las protagonistas femeninas, teniendo en cuenta que a ese género pertenece también la realizadora del film. Y tampoco el planteo, en cierto sentido feminista, de un tema de enorme actualidad, perfectamente aplicable a muchas otras sociedades, sobre todo occidentales.