Sin giros fantasiosos, con una apuesta directa al realismo, este drama israelí va más allá de lo que implica un acoso sexual y muestra consecuencias, disyuntivas y decisiones con mano de hierro.
Es evidente que toma (sanamente) partido moral, pero respecto de lo que hacen y creen sus personajes, deja que el espectador tome sus propias decisiones. Una lección respecto de cómo plantear un tema complejo sin golpear bajo el cinto.