Infierno cotidiano
En la película El acoso (Isha Ovedet, 2018), la directora israelí Michal Aviad, acompaña el padecimiento que debe atravesar una mujer generado por las actitudes abusivas de su jefe.
Orna (Ben Shlush), madre de tres hijos, se encuentra en una situación económica apremiante. Su marido posee un restaurante que abrió recientemente, por lo que los ingresos de la familia son escasos. Decidida a trabajar, consigue un empleo en una importante empresa constructora. Allí, su jefe Benny (Menashe Noy), le dará la oportunidad de crecer en la empresa, pero al mismo tiempo comienza a ser abusivo con ella.
El relato se construye a través de diversas situaciones que progresivamente irán configurando un mayor grado de violencia (sexual, física y psicológica) al que se ve sometida la protagonista.
El acoso es un crudo retrato de las tremendas situaciones que deben sufrir algunas mujeres en su ámbito laboral. La originalidad del planteo, una de las mayores virtudes de la película, es reflejar cómo esa violencia repercute en los distintos aspectos de la vida de una mujer.
La directora decide contar todas esas consecuencias “laterales” que se van sucediendo: las dificultades para contar lo que está pasando, la incomprensión, las presiones económicas, las tensiones en la pareja, y un extenso etcétera.
Un final que desentona con el resto de la película, por poco da por tierra con lo que la realizadora fue construyendo, y debilita un poco esta terrible historia.
Sin ser una obra maestra, la gravedad de lo narrado convierte a El acoso en una película necesaria toda vez que visibiliza una situación desgraciadamente habitual.