Mago y vagabundo argentino
Finalmente se estrena aquí el filme en el que el ilusionista es la excusa de Agresti para hablar del ser argentino.
Mérito de Alejandro Agresti, de la hipocresía argentina, o de las leyes de oferta y demanda que siempre beatifican lo que nos falta, El acto en cuestión debe ser el clásico del cine argentino que menos gente vio. Película de culto desde que se proyectó en 1993 en Cannes, recorrió luego salas europeas y vino a la Lugones para una retrospectiva del director, que por fin pudo mostrarla aquí. Ahora, 22 años después, tiene su estreno comercial en versión remasterizada.
No es ésa la única paradoja de esta historia, la de un mago ilusionista de San Cristóbal. Porteña hasta la médula, la película tiene sello holandés. Se filmó con actores argentinos, pero íntegramente en Europa. El ilusionista es la excusa de Agresti, que en la piel de Carlos Roffé, el mago Quiroga, traza la silueta del homo argentino, un vagabundo intelectual que vive al día robando los libros que consume sin parar en su pensión. Hasta que aparece El libro. Magia y ocultismo. El acto en cuestión. Y nace el mago, cambia su vida haciendo uso de un truco que robó de un libro también robado.
El salto a la fama, la conversión del vagabundo en argentino triunfador. Ese azar que está en otras películas de Agresti. Esos trucos que aquí son recursos cinematográficos, experimentación con la historia del cine. ¿Qué es ser actual en el cine? Miren la escena inicial, o la de los campos alemanes, o las maquetas armadas por este contador de historias. Remiten a otros cines, pero tienen vida propia. ¿Qué es viejo? ¿El blanco y negro? ¿La voz en off? ¿El contrapicado?
Son juegos que Agresti se permite, como usar la palabra desaparecer, reorientando la tragedia argentina. El todopoderoso mago falla con un niño búlgaro, dos años desaparecido está el pibe, y le gritan de todo a Quiroga en tono cómico, metafórico, y también directo: “aparición con vida” le dicen. Agresti inventa. Hasta Hitler quiere a Quiroga como su ministro de propaganda. Es desopilante, interpeladora y nostálgica la historia de este personaje y sus miserias. Desafío para espectadores y críticos formateados.
Vemos a Roffé, a Lorenzo Quinteros y son actores de otra época, pero el cuentito no. Desaparecer, salvarse, dominar, tener minas, fama, son más que ilusiones ahora, acá, y en muchos otros lugares. Da para tomarlo con humor, pero de ninguna manera es joda. ¿O sí?