¿Cuáles son las consecuencias de un romance entre personas de religiones diferentes? Esto es lo que busca responder Muayad Alayan con su segundo largometraje de ficción, ganador del Premio del Público y de una mención especial en el Festival de Rotterdam de este año.
La trama de El affaire de Sarah y Saleem (2018) se desenvuelve sin muchas sorpresas, excepto alguno que otro detalle cerca del final. El conflicto dado por una relación sexual entre Sarah, una judía casada, y Saleem, un árabe también en matrimonio, parece una situación grave por partida doble: el asunto político-religioso, que la película da por sentado, y que se trate de un affair y no de una relación formal. Los guionistas se las arreglan casi por completo para que las casualidades ocurridas hacia el final parezcan orgánicas a la trama.
El problema es que no hay una química muy llamativa entre los actores, ni escenas memorables visual o discursivamente, excepto la toma que cierra con mucha fuerza el film. Lo más resonante es cuando Bisan (Maisa Abd Elhadi) habla con Saleem, su esposo tras las rejas y ya con el hijo nacido, con el fin de aclararle qué tiene decidido ella para el futuro de los tres. La sensatez del personaje se traduce en la actuación más franca de la película, donde no hay un gesto falseado por la exageración.
Otro momento importante, pero brevísimo, es cuando Sarah se entera de la reubicación de su esposo en el trabajo. Al fondo, sin necesidad de primeros planos, la hija estaba jugando con ella y exclama: “¡Perdiste! ¡Perdiste!”. La niña se está refiriendo al juego, pero sabemos muy bien que el guión está metiendo el dedo en la llaga, no porque la mudanza implique reubicar la rutina de ella sino también por lo que se avecina con su romance. A lo largo de la película sospechamos que todo, si no saldrá mal, se complicará. El final juega con esta sospecha y es mejor así.
Llama la atención que el título original remita a “los reportes” sobre ambos protagonistas. La referencia hace pensar en la manera en que Una separación (2011), de Asghar Farhadi, nos presentaba a sus personajes principales desde el comienzo: a través de cómo eran fotocopiados sus documentos de identidad. Si bien es injusta la comparación puesto que la película de Alayan carece de la minuciosidad de aquella, nos hace pensar que para la ley somos poco más que documentos con los cuales son fichadas las vidas de las personas.
Finalmente, ambigüedades como de qué manera Sarah y Saleem son descubiertos o la proveniencia del vínculo entre Saleem y las acusaciones son las que mantienen la trama en movimiento hasta un final a la expectativa de la decisión. Porque no importa lo que diga la ley, sino hacia dónde han llevado a estas mujeres sus propias decisiones.