Sarah (Sivane Kretchner) es una mujer judía dueña de un café en Jerusalén Oeste, está casada con David (Ishai Golan), un coronel del ejército israelí siempre demasiado preocupado por su carrera y no lo suficiente por su matrimonio. Sarah y David tienen una hija pequeña, quien ya está acostumbrada a las reiteradas mudanzas causadas por la carrera militar de su padre. La que no está acostumbrada es Sarah, sobre todo porque cada vez que se van a vivir a un lugar nuevo tiene que empezar de cero con un nuevo café. Así, ser dueña de su vida es una mera fantasía.
Saleem (Adeeb Safadi) es palestino, vive en Jerusalén Este y es repartidor de productos de panadería, un trabajo mal pago que no le permite costear todos los gastos de la casa, más aún cuando su esposa, Bisan (Maisa Abd Elhadi) pronto va tener su primer hijo. Por eso acepta la propuesta de su cuñado para contrabandear distintas cosas al otro lado del muro. Que la tarea es riesgosa es obvio, pero también es obvio que necesita el dinero. Por eso, realmente, no tiene elección.
Un día como cualquier otro, Saleem conoce a Sarah en su café, uno de los comercios en los que reparte panes. Casi sin querer, se gustan, se sienten cómodos juntos, se animan a empezar una especie de romance. Hay cariño y cierto afecto, pero no enamoramiento. Lo que sí los une es el placer del sexo que, aparte, les permite evadirse un poco de sus vidas tan atribuladas. Pero nunca se muestran juntos, sus encuentros son secretos y furtivos. Hasta que un día cometen un error no menor que va a tener consecuencias irreparables. Y no solo en el orden personal, sino fundamentalmente en el orden de lo político. Porque, antes que cualquier otra cosa, Sarah y Saleem son una mujer judía y un hombre palestino en una tierra de profundas divisiones que no perdonan.
Mezcla de thriller político y melodrama, El affaire de Sarah y Saleem, dirigida por Muayad Alayan (Love, Theft, and Other Entanglements), ganó el Premio del Público en el Festival de Rotterdam, seguramente por su marcada habilidad para narrar una historia que es, por un lado, intimista y universal, y por otro lado política y particular. Porque no hace falta estar muy versado en el conflicto árabe-israelí para involucrarse con lo que les pasa a Sarah y Saleem. Después de todo, lo que subyace aquí son los afectos que comparten dos personas que pertenecen a sectores de la sociedad con diferencias irreconciliables. Por otra parte, la mirada socio política es aguda y detallista, haciendo foco en las relaciones de poder, manipulación y dominación que hacen a estos territorios en conflicto.
Que el acento esté siempre puesto en la dimensión personal del drama es un acierto porque por ese lado se relaciona el espectador con estos personajes. Que, a la vez, no pierda de vista el marco en el que inscriben es otro acierto, porque este marco no es un simple telón de fondo. Y que el pendular entre estos dos polos esté tan bien equilibrado es lo más admirable. Queda claro, entonces, hasta qué punto lo social y lo político condicionan y determinan lo más personal de una persona. Por más que Sarah y Saleem se esfuercen por reparar sus errores y no interponerse en la lucha entre los dos pueblos, lo cierto es que hagan lo que hagan van a salir mal parados. Es que, en gran medida, su suerte está echada de antemano. Incluso cuando a veces se intenta apagar el fuego, puede ser que incluso se lo avive más.
Claramente, El affair de Sarah y Saleem no es una película optimista, sino una considerablemente realista, con todo lo doloroso que eso conlleva. Pero tampoco es irremediablemente oscura ya que da por sentado que no exista salida para absolutamente nadie. Porque sí sugiere la posibilidad de un futuro mejor a partir del entendimiento mutuo de los conflictos, pero también señala que el precio a pagar puede ser alto. Y que se hace lo que se puede con lo que se tiene. Y si no es mucho, al menos es mejor que nada.
El affaire de Sarah y Saleem (The Reports on Sarah and Saleem, Palestina, Holanda, Alemania, México, 2018). Puntaje: 8
Dirigida por Muayad Alayan. Escrita por Rami Ayalan. Con Adeeb Safadi, Saleem Sivane, Kretchner, Sarah Ishai Golan, David Maisa Abd Elhadi. Fotografía: Sebastian Bock. Música: Frank Gelat, Charlie Rishmawi, Tarek Abu Salameh. Duración: 127 minutos.