Sarah es una mujer israelí que tiene una cafetería en el oeste de Jerusalén. Está casada y tiene una hija, pero la relación con su marido es un poco distante, debido a que su trabajo en el ejército la obliga a mudarse constantemente. Saleem es un hombre palestino que vive en el este de Jerusalén y que trabaja como repartidor para una panadería. Está casado y a la espera de ser padre, pero no está de acuerdo con que la familia de su mujer los mantenga. Cansados de sus vidas matrimoniales, los protagonistas se embarcarán en una aventura. Pero una cita peligrosa saldrá mal y el menor de sus problemas será la infidelidad. Ahora se verán atrapados en una situación sociopolítica que se les irá de las manos.
“El affaire de Sarah y Saleem” es una película que comienza como un drama romántico y deviene en un drama sociopolítico, mutando de un conflicto personal a uno político. Al principio nos da la sensación de que estamos frente a la típica trama de amor donde dos personas provenientes de lugares distintos y grupos enfrentados luchan para estar juntos, pero rápidamente nos damos cuenta de que esto no es así. A medida que se desarrolla el argumento se va metiendo cada vez más en cuestiones sociopolíticas entre judíos y palestinos para profundizar en las relaciones y conflictos que se ven diariamente en Jerusalén.
El ritmo del film es intenso y no decae en ningún momento en sus dos horas de metraje, porque mantiene atrapado al espectador a partir del vínculo que forjan estos individuos y en la bola de nieve que se va generando poco a poco. El público no puede saber con certeza dónde terminará este conflicto. Comienza con una escena poderosa y después vuelve en el tiempo para contarnos cómo se llegó a esa situación para luego mostrarnos lo que ocurre de allí en adelante.
Es interesante el lugar que se le da a las mujeres en la película, tanto a Sarah como a Bisan, la esposa de Saleem, ya que, sin adelantar mucho sobre la trama, son aquellas que consiguen ciertas soluciones o al menos logran apaciguar los disturbios entre ambos grupos y un mayor acercamiento. Frente a la violencia de los hombres y la falta de razonamiento, las mujeres vienen a poner un paño frío para priorizar algunas cuestiones por sobre otras. En este sentido, se destaca el labor de ambas actrices, Maisa Abd Ehadi y Sivane Kretchber, quienes consiguen plasmar esa fortaleza y lucha por sus ideales y su familia. A ellas se le suman de muy buena manera sus maridos en la ficción, Adeeb Safadi e Ishai Golan. El cuarteto protagónico le otorga muchos matices a la historia.
En cuanto a la puesta escénica, se destacan las locaciones externas donde podemos conocer más sobre Jerusalén y sus divisiones, dónde viven los judíos y los árabes/palestinos y a qué lugares no pueden acceder unos y otros.
En síntesis, “El affaire de Sarah y Saleem” es un abordaje interesante de una historia que comienza con un romance prohibido y que desencadena una serie de conflictos sociopolíticos. A través de una pequeña relación podemos conocer un marco mayor sobre el contexto actual de los judíos y palestinos. La tensión constante y las buenas actuaciones elevan a esta atrapante propuesta.