Smashing, Baby!
La gran mayoría de los problemas a los que una película se enfrenta pueden ser fácilmente rastreados hasta el guión. En efecto, el de El agente de C.I.P.O.L. (The Man from U.N.C.L.E., 2015) es bastante débil, más por desperdiciar el potencial de su premisa que por cualquier otra cosa. Pero la película no deja de proveer un entretenimiento aunque sea tibio y light. El verdadero problema es la ejecución: la dirección, y el montaje, de Guy Ritchie.
Una película bien dirigida puede elevarse por encima de un guión mediocre. Por citar otro estreno reciente, también basado en una serie de espías emitida en los 60 y con un retoque cómico: Misión Imposible: Nación Secreta (Mission: Impossible – Rogue Nation, 2015). La historia no es mucho mejor, pero la meticulosa dirección de Christopher McQuarrie la elevó a estratos hitchcockianos y sacó una de las mejores películas en lo que va del año. Por su parte, Ritchie parece desconfiar del material con el que le toca trabajar y cae en juegos de montaje irrelevantes en los que pretende sorprender al espectador sin intrigarlo primero.
La historia primero: un agente de la CIA, Napoleon Solo (Henry Cavill), y un agente de la KGB, Illya Kuryakin (Armie Hammer), unen fuerzas a regañadientes para detener un complot nuclear. Una de las buenas ideas del guión fue retener los años 60s y ubicar la acción en Italia, lo cual permite conservar la energía vivaz de la serie original. El tipo de energía que El turista (The Tourist, 2010) necesitaba desesperadamente. Entre la exuberancia de la época, las locaciones exóticas y las divas y galanes que las pueblan, El agente de C.I.P.O.L. es una película altamente sexy.
La mejor parte está al principio, cuando Solo y Kuryakin se encuentran cara a cara por primera vez. Solo tiene órdenes de evacuar a una mécanica alemana (Alicia Vikander) de Berlín Oriental, Kuryakin tiene órdenes de impedir que crucen el Muro. Es la mejor secuencia de la película porque los personajes son igual de determinados y naturalmente se van retrucando hasta el límite de sus habilidades. Oposición cualitativa que el resto de la película no disfruta.
Cavill como el prototípico “misterioso agente internacional” está muy bien. Hereda con muy poco esfuerzo el papel originado por el refinadísimo Robert Vaughn. Esencialmente es un Bond americano, lo cual no llama la atención, porque tanto Bond como Solo fueron creados por Ian Fleming. Por su parte, Hammer como Kuryakin no le hace muesca a Davic McCallum. O Ritchie lo dirigió mal o fue una mala elección para el papel, no queda claro. Se supone que Kuryakin es la mitad enigmática del dúo, un tipo cool a lo Steve McQueen, pero Hammer lo interpreta con suma evidencia, dotándolo de tics nerviosos y gesticulaciones que no cuajan con el perfil taciturno del personaje.
Prácticamente todas las críticas llevan a Ritchie. La película se parece mucho a su otro opus Hollywoodense, Sherlock Holmes (2009). Ambas tratan sobre una pareja dispareja, dos personajes icónicos de la cultura popular cuya representación moderna será un punto de contención entre muchos. Ambas fueron co-escritas junto a Lionel Wigram, y convierten a tipos estoicos como Sherlock y Kuryakin en neuróticos caprichosos, lo cual está muy en voga hoy en día. Y ambas son, esencialmente, películas de acción maquilladas por un suntuoso diseño de producción en clave histórica.
Hay un recurso editorial que se repite cada 15 o 20 minutos a lo largo de la película y delata la falta de imaginación de Guy Ritchie para crear escenas por sí solas interesantes o memorables. Lo que hace es elipsar una parte de una escena perfectamente ordinaria, y a los 15 o 20 minutos revela lo que no nos había mostrado en primer lugar. Revela pequeñas cosas: hurtos, juegos de manos, llamadas telefónicas, etc. La mayoría son irrelevantes. Ritchie salta a conclusiones sin sembrar dudas ni generar expectativas. Como mago le falta el primer y tercer paso del truco, las partes que engatusan y satisfacen al espectador, y se queda con la artimaña nada más. Estos insulsos momentos de “ajá” son el combustible de la película, y da la sensación de que están ahí a falta de mejor idea. Así es como el mejor chiste de la película se usa dos veces (un personaje ignora el caos que se desata silenciosamente en el trasfondo), y hay dos secuencias en las que se hilvanan los planos como si fueran viñetas en un comic por ningún motivo aparente.
Todos los chiches de una comedia de acción/espionaje están alineados y en posición. La banda sonora sesentona es impecable. Falta un guión más rico en personajes y situaciones, y en su defecto una dirección más confiada. Sobran las triquiñuelas de montaje.