El agente de C.I.P.O.L.

Crítica de Felipe Quiroga - CiNerd

DOS CONTRA EL MUNDO
Felipe Quiroga

Si Guy Ritchie figura como director sabemos, incluso antes de que las luces del cine se apaguen y se encienda el proyector, que no vamos a ver una película cualquiera. Antes de los créditos iniciales, entre las butacas flota una promesa. Y con su nuevo film, EL AGENTE DE C.I.P.O.L. (THE MAN FROM U.N.C.L.E., 2015), el cineasta británico vuelve a demostrar su virtuosismo en cuanto a lo visual: la cámara se mueve como sólo él sabe hacerlo. Pero no se emocionen todavía. Y es que, más allá de la química entre los protagonistas, Henry Cavill y Armie Hammer, y de algunos buenos gags, es la trama de esta superproducción de espías lo que tiene gusto a poco. El estilo sofisticado y vertiginoso (por momentos muy comiquero) de Ritchie, y un gran trabajo de ambientación sesentera (al que contribuye en gran parte la excelente banda sonora) conforman un marco demasiado elegante para un lienzo que no siempre está a la altura. El problema radica, principalmente, en la misión que deben cumplir nuestros héroes, misión que termina siendo una "aventura de manual" a la que le faltan villanos interesantes y secuencias de acción que impacten de verdad, y a la que ni la excusa de homenaje retro puede reivindicar.
Pero mejor retrocedamos: EL AGENTE DE C.I.P.O.L. arranca con todo. Una tensa e intrincada persecución por una siniestra Berlín de posguerra nos presenta de la mejor manera a los personajes principales, el confiado y pedante Napoleon Solo (Cavill) y el implacable y reservado Illya Kuryakin (Hammer). Así de diferentes como son sus personalidades son sus orígenes: el primero trabaja para la CIA; el segundo es un agente de la KGB. Y al calor de la Guerra Fría, las circunstancias los obligarán a trabajar juntos para detener un mal mayor, una organización criminal que está desarrollando sus propias bombas nucleares. Para tratar de cumplir su objetivo contarán con la ayuda de la hija de un científico llamada Gaby, a quien la actriz Alicia Vikander interpreta con las dosis justas de sensualidad, viveza y frescura.
La historia avanza, gira y amaga: por momentos juega a dejar al espectador desconcertado para después regresar y poner las piezas en su lugar. Sí, el recurso será muy cool, pero si uno lo piensa con detenimiento no deja de ser una trampita de guión que no tiene razón de ser y que intenta distraernos de lo que en realidad sucede: cuando Cavill y Hammer no están juntos, la película empieza a renguear. Esos choques de personalidades son el combustible para los mejores momentos del film. Sin embargo, ese nervio narrativo que es el vínculo de sus protagonistas está rodeado por una estructura algo tosca que no apuntala ni apoya. Ritchie, especialista en bromances, sabe sacarle el jugo a la relación entre ambos héroes y nos mima visualmente, pero en muchas ocasiones parece olvidarse del resto.