Cuando lo que importa es la forma
Hay que tener en cuenta al acercarse a El Agente de CIPOL (The Man From U.N.C.L.E.) que antes que ser la versión cinematográfica de la serie de los 60´s esta es una película de Guy Ritchie. Este nombre ganó, después de la excelente Snatch: Cerdos y Diamantes, un lugar privilegiado dentro del cúmulo de nuevos directores surgidos en la transición entre siglos. Se podrá analizar en otros contextos si el cine de Ritchie puede catalogarse de pop o si está anclado (y auto-justificado) dentro de esa brumosa corriente denominada postmodernismo. Lo que está claro es que el director de RocknRolla busca película tras película destacar su estilo personal. Y como otros surgidos en el mismo periodo, lo hace Incluso a costa de la historia que decide narrar.
El caso de El Agente de CIPOL es particular. Por un lado, el espíritu sesentoso, la Berlín dividida y la amenaza nuclear forman un ambiente que resulta muy apropiado de ser visto a través del estilo de Ritchie. Sin embargo, algo falla en el film y tiene que ver, sobretodo, con la tendencia antes mencionada de poner la búsqueda estética personal por sobre el contenido. La relación entre el vestuario italiano, las gráficas (bastante “inspiradas” en el videojuego Call Of Duty: Black Ops) y diseño de títulos, junto al juego de elipsis y puesta de cámara típicas del director crean una brecha entre la adaptación y el espectador que por momentos se vuelve muy difícil de atravesar.
Hitchcock nos enseñó que para que un film de espionaje funcione a partir de un mecanismo de giros argumentales primero tenemos que estar inmersos en la trama, empatizar con sus personajes y proyectar objetivos comunes (Notorious), aún incluso si es una comedia de espionaje (Intriga Internacional). Es recién a partir de esa proyección, cuando nuestras defensas como espectadores bajan y quedamos a merced del director para que nos traslade a través de la película por el camino que desee. En el caso de El Agente de CIPOL, se da una distancia irónica, resultado de la combinación de varios de los factores estilísticos de Ritchie y una construcción de verosímil no resuelta, que nos impide sumergirnos en el relato lo suficiente como para disfrutar los “engaños” que nos propone.
El Agente de CIPOL se vuelve rápidamente predecible.
La película se vuelve rápidamente predecible porque Guy Ritchie no nos permite superar la objetividad formalista que propone y desde esa misma distancia, se ven demasiado los hilos de su construcción. Con esa mencionada distancia toma el director a la serie de la cuál parte. La vacía de contenido para pararse en un lugar bastante cercano a la parodia y desde ahí propone una cinta (posiblemente una saga) extremadamente liviana. No existe la oscura organización T.H.R.U.S.H, C.I.P.O.L. todavía no tiene cuartel secreto (por lo que tampoco existe la sastrería que oficia de fachada para dicho cuartel) e Illya Kuryakin no habla raro. ¿De qué trata entonces la película? De recuperar un artefacto nuclear de manos de unos italianos ricachones.
El Agente de CIPOL entretiene si no se la piensa mucho y resulta ideal para ver de reojo un sábado a la tarde mientras se hacen cosas más importantes. Lamentablemente Guy Ritchie sigue estando muy lejos de sus logros con Snatch pero todavía hay tiempo de esperar su vuelta.