Un inglés rescatando del pasado una serie clásica estadounidense de espías; un estadounidense haciendo de ruso, un inglés haciendo de estadounidense y una polaca como una sofisticada villana italiana, todos en medio de una historia durante la Guerra Fría, y por supuesto, peleando por el control de una bomba atómica. Eso solo ya podría ser un punto de partida de una comedia de enredos. Pero no. Es el elenco de “El agente de Cipol”, dirigida por Guy Ritchie y protagonizada por Henry Cavill, como Napoleon Solo, y Armie Hammer, en el rol de Illya Kuriyaki, y ambientada en su época original, los 60. Ritchie es un maestro de la comedia negra. Mostró su buen tono en “Juegos, trampas y dos armas humeantes”, “Snatch: cerdos y diamantes”, “Revolver” y, sobre todo, en “RocknRolla”. Y volvió a hacerlo más suavizado en sus dos adaptaciones de “Sherlock Holmes”. En esta película también muestra su gusto por las ironías, aunque ahora luce encorsetado y sin el desparpajo de antes. Lo demostró cuando sugirió ambigüedad en la relación entre Holmes y Watson y ahora con Solo y Kuriaki (atención a la escena donde uno rescata al otro con la balada “Che Vuole Questa Musica Stasera?”, de Peppino Gagliardi de fondo, o los dos discutiendo si es de buen gusto combinar un accesorio de Patou con un vestido de Paco Rabanne). Pero lamentablemente no hay mucho más de todo lo bueno de Ritchie, esa muestra de ingenio, gran estilo y una pizca de suciedad al estilo spaghetti western (allí está la música Ennio Morricone con el tema de “Por un puñado de dólares”, otros temas con ADN ritchiniana de Stelvio Cipriani, Roberta Flack, Rita Pavone y Nina Simone que le ponen ritmo a esta precuela donde Ritchie cuenta con mucha acción, prolijidad y un obsesivo diseño de producción el origen del dúo de espías de distintos frentes, pero que trabajan juntos por el bien de la humanidad.