Identidades y principios
Hay una escena de El agente de C.I.P.O.L., pautada por el tema musical Che Vuole Questa Musica Stasera?, de Peppino Gagliardi, de la cual no diremos nada decisivo, pero que involucra una persecución en lancha contemplada a lo lejos desde un camión, que de alguna manera funciona como un resumen de todo lo que plantea la película: es pura elegancia y desparpajo, hilarante a partir de un humor sutil, con un manejo de todos los recursos de la puesta en escena sumamente inteligente, muy demostrativo de los vínculos entre los personajes con apenas un par de gestos y, finalmente, toda una manifestación de lo que implica eludir la acción pirotécnica sin dejar de cautivar al espectador. Es, en verdad, casi un alegato ético y moral por parte del film.
Es que El agente de C.I.P.O.L., más que una adaptación de la serie televisiva de culto de los sesenta, es toda una declaración de principios sobre el cine actual, pero también la cultura audiovisual de aquella década marcada por la Guerra Fría. Hay en la historia del agente de la CIA Napoleon Solo (Henry Cavill) y el de la KGB Illya Kuryakin (Armie Hammer), obligados a trabajar juntos para enfrentar a una misteriosa organización que amenaza con sumir al mundo en un caos nuclear, una recuperación de una narración clásica, alejada del gigantismo que caracteriza a la mayoría de los tanques hollywoodenses y más preocupada por desarrollar las diversas tensiones entre los personajes, por sentar las bases para todo un juego de máscaras donde nada es lo que parece, y por hilvanar una serie de diálogos donde imperan la ironía -que no es lo mismo que cinismo- y múltiples referencias a lo sexual.
El agente de C.I.P.O.L. es y no es una película de Guy Ritchie: es cierto que está presente el tono juguetón y sarcástico, y ese montaje frenético tan típicos del director de Sherlock Holmes y Snatch, cerdos y diamantes, pero a la vez se hace un culto al fuera de campo, trabajando el impacto a partir de lo que el espectador no ve pero puede imaginar o entrever. Al mismo tiempo, Ritchie se permite una narración más reposada pero igualmente fluida, concentrada en la acumulación de capas de sentido donde lo masculino y lo femenino establecen un ida y vuelta permanente, delineando dentro de la trama principal ubicada en el género de espionaje dos historias de amor bien diferenciadas -entre Solo y Kuryakin, y entre el segundo y el memorable personaje interpretado por Alicia Vikander- marcadas por el profesionalismo, por las primeras impresiones que se van modificando gradualmente y, esencialmente, por la lealtad.
Quizás como nunca en su carrera, Ritchie aprovecha a la perfección el tener a dos estrellas como Cavill y Hammer, que se destacan por sus físicos casi iconográficos, poniendo esas mismas iconografías al servicio del relato y de sus protagonistas, porque todo en la película se alimenta de los íconos, lo simbólico y lo gestual. El agente de C.I.P.O.L. es un film que desde su elegancia no elude la fisicidad -y viceversa-, donde los trajes y vestidos suman al trazado de los personajes -hay una escena en una tienda de ropas que es ejemplar respecto a esto-, con una banda sonora que enriquece lo que se cuenta y donde la edición es pura narración evidenciando su artificialidad y al mismo tiempo, su indudable autenticidad.
La historia de El agente de C.I.P.O.L. ya se contó miles de veces; ¿cuántos films hemos visto abordando la trama de espionaje, con organizaciones clandestinas tratando de hacer estallar el mundo en pedazos, mientras naciones poderosas se disputan armas y/o conocimientos y los protagonistas deben cambiar sus lealtades y objetivos a cada paso? Ahí tenemos a James Bond o Misión: Imposible, convertido en sub-géneros en sí mismos. Y sin embargo, el film de Ritchie luce como algo nuevo y arriesgado, una bella anomalía dentro del panorama hollywoodense, sostenida en personajes creíbles y atractivos -a los que queremos continuar acompañando en sus aventuras- y que va a fondo en su objetivo mayor, que es proponer un entretenimiento absolutamente disfrutable. Ver El agente de C.I.P.O.L. es una experiencia que demanda una predisposición casi infantil e ingenua, esa que nos hace desear convertirnos en los mejores espías del mundo, utilizar gadgets casi imposibles, enfrentarnos a los peores villanos, ayudar al compañero/amigo cuando el asunto se pone espeso y, obvio, enamorar a la chica linda del cuento. Que se estrene una película como esta es una hermosa noticia. Que haya fracasado hace pensar que el mundo es muy injusto.