Este documental representa una meritoria iniciativa, posibilitar que jóvenes recluidos en una suerte de reformatorio de máxima seguridad puedan expresarse a través de la imagen y el sonido. Porque El Almafuerte es una crónica acerca de un grupo de aprendices de cineastas, salvo por el pequeño detalle de que todos ellos se encuentran confinados en un Instituto de Menores denominado Almafuerte. Este derrotero audiovisual que a los directores Martínez Cantó, Cabrera y Roberto Persano les llevó varios años de realización, dio por resultado la manufactura de un cortometraje que este documental sobrevuela, pero que no constituye el principal logro. La disposición de un taller de cine y video dentro del penal permitirá que los internos descubran en ciertos casos sus deseos más profundos. El estilo del documental, clásico y llano, cuenta con algunos fragmentos a cargo de los propios reclusos. Hay que destacar la estupenda e inconfundible participación del Chango Farías Gómez con la música incidental, e incluso participando en un segmento en el que dirige una batucada. Los créditos finales muestran el destino que han tenido cada uno de los participantes del documental y los desiguales caminos tomados por ellos, con sus infortunios y redenciones.