Un preso en Libertad
La experiencia del cautiverio debe ser una de las más difíciles que puedan tocarle a un ser humano. El uruguayo Jorge Tiscornia la padeció durante doce años, exactamente 4.646 días, en los que estuvo detenido en el Penal de Libertad -oxímoron insólito-, la cárcel más grande de Latinoamérica para presos políticos durante las décadas del ‘70 y ‘80. Entre 1973 y 1985, este ex tupamaro pasó 23 horas diarias en una celda de 3,50 x 2,50, con el único atenuante de tener vista a la puesta del sol en el campo. Como estrategia de supervivencia, ideó una suerte de diario: pequeñas hojas de un calendario prolijamente escrito por él, en las que fue registrando, en clave, los sucesos de cada día. Las visitas, los traslados, las muertes de compañeros, las comidas, los cambios de reglas dispuestos por los militares. Las ocultaba en las suelas de unos zuecos que él mismo había construido.
El cineasta José Pedro Charlo pasó ocho años en el mismo penal -junto a Pepe Mujica y tantos otros-, pero no conocía a Tiscornia. Recién cuando se enteró de la historia de los zuecos los asoció con el sonido de pasos que escuchaba desde su celda, y decidió filmar este documental, que cuenta con el testimonio del autor del almanaque y de varios compañeros de militancia presos en las mismas circunstancias. También, con valiosas imágenes de archivo de la liberación de presos en la amnistía del ‘85 y de un juicio militar a tupamaros, entre ellos Tiscornia.
Pero la película no es una más sobre los años ‘70, en el sentido de que no se centra en denunciar las atrocidades cometidas por los dictadores ni plantea un debate sobre la lucha armada. Se trata de reflexionar sobre las estrategias posibles para conservar la memoria, el afán del hombre por dejar registro de sus vivencias, su resistencia a que cada día sea exactamente idéntico al anterior y al siguiente. ¿Cómo se sobrevive a un prolongado periodo de encierro?
El almanaque brinda una de las respuestas posibles.