Una resistencia individual y silenciosa
Ubicado sobre la Ruta 1 de Uruguay, a 50 kilómetros de Montevideo, el Penal de Libertad fue la mayor cárcel para presos políticos de toda América latina durante los años ’70. Se trataba de una prisión de alta seguridad y allí eran trasladadas las personas que habían sido aisladas y torturadas. El régimen era muy duro –como en toda dictadura– y los presos pasaban 23 horas diarias en sus celdas y sólo podían tener una visita familiar cada quince días. Allí estuvieron 2872 personas. Actualmente, el Penal de Libertad está destinado a presos comunes. Pero en los tiempos de la dictadura uruguaya, José Pedro Charlo estuvo recluido allí ocho años. Docente, productor y director, Charlo realizó el documental El almanaque, en 2012, donde no cuenta su historia, sino la experiencia de otro preso político, Jorge Tiscornia, al que conoció recién durante la democracia y por una casualidad.
Nacido en 1944 en Montevideo, Tiscornia estudió en la Facultad de Arquitectura de Uruguay entre 1964 y 1971. Como miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros fue perseguido por su militancia política y detenido en junio de 1972. Permaneció preso hasta el 10 de marzo de 1985 (4646 días exactamente), ya que con el retorno de la democracia se vació la prisión. Durante su cautiverio, Tiscornia empezó a registrar la vida cotidiana en el Penal. Pero esto no lo había pensado para darle datos a su agrupación política ni para comunicarse con su familia. “El hecho de tener graficado algo me daba a mí un respaldo a todo lo que iba pasando”, dice Tiscornia en el documental. No sabe por qué, pero le salió hacerlo naturalmente. El método elegido consistió en diseñar una suerte de almanaque con un código de signos. Y el registro de Tiscornia incluía detalles que iban desde las modificaciones del reglamento interno, cambios en las rutinas, la muerte de algunos compañeros, e incluso la mención de las películas que proyectaban en el Penal cada dos semanas, entre muchas otras anotaciones. Tiscornia escribía clandestinamente y, para no ser descubierto, fabricaba unos zuecos, los tallaba, y en ese diminuto hueco que realizaba en cada par de calzado guardaba lo escrito cada dos años.
Cuando Charlo leyó el libro Vivir en Libertad, escrito por Tiscornia y Walter Phillips-Tréby, entendió recién en ese momento quién era Tiscornia. En la prisión, Charlo sentía un sonido que lo diferenciaba de muchos otros, y que llegaba de un sector donde estaban los presos que los militares consideraban más peligrosos. “Muchos años después supe que ese sonido era producto de una tarea solidaria y clandestina que Jorge realizó durante los doce años que estuvo preso”, cuenta el director. Y ese sonido eran los zuecos que Tiscornia utilizaba al caminar. Usarlos para caminar también servía para disimular lo que tenía escondido dentro del calzado.
El almanaque está estructurado sobre la base de la palabra de Tiscornia: a través de una conversación con Charlo, este hombre explica con detalle algunos códigos que tenía el almanaque que diseñaba. Pero desde el punto de vista de la estructura narrativa, no es el típico documental de “cabeza parlante”. La palabra de Tiscornia está acompañada de imágenes que reproducen, a través de una serie de animaciones, esos papeles con escritura codificada que había escrito durante los doce años de su cautiverio. Generalmente a modo charla entre ambos, el documental va descifrando el almanaque de Tiscornia, pero en otras ocasiones es la voz en off de Charlo la encargada de ordenar el relato. Uno de los grandes méritos de El almanaque consiste en la solidez de su arquitectura narrativa. Por momentos, la imagen es tan importante como la palabra y aporta información. Charlo no se quedó únicamente con el testimonio de Tiscornia, sino que buscó elementos estéticos que sirvieron para cimentar el eje de su relato. “La memoria borra más acontecimientos de los que uno se imagina. Para reconstruirla hay que utilizar todos los recursos posibles”, dice Charlo al comienzo. Está hablando de Tiscornia. Pero también vale para entender el método que el cineasta utilizó para contar una historia de resistencia individual y silenciosa.