Hay algunas películas que se escapan a cualquier tipo de análisis subjetivo, “El Almanaque” (Uruguay, 2012) es una de ellas. Es que cualquier tipo de introducción de herramientas para trabajar sobre ella se diluyen con la honesta puesta en situación de los hechos que el realizador José Pedro Charlo Filipovich (“Héctor el tejedor” y “El Círculo”) hace en la pantalla.
El calendario al que hace referencia el título de este documental (que viene precedido por presentaciones y premios en varios festivales internacionales) es en realidad un particular sistema de “memoria” que Jorge Tiscornia creó en 1972 durante su estadía en el Penal de Libertad, la mayor cárcel política de Uruguay durante los años setenta del siglo pasado.
Con anotaciones y palabras claves sus almanaques han sido considerados como una prueba esencial para reconstruir una de las etapas más negras del país vecino. Jorge, diariamente, registraba en pequeños papeles todo lo que acontecía en el Penal y que él creía relevante (sin saber, claro está, la importancia de estas anotaciones).
Cada pequeño papel los escondía en un par de zuecos que el mismo construía y que permitieron que esas verdades y detalles se puedan escapar a cualquier control policial/militar. 4.646 días o más de doce años descriptos de manera breve por Tiscornia.
La película relata de adelante para atrás la vida de este preso político, en su actualidad y en el penal. La cámara de Charlo Filipovich lo acompaña y lo entrevista para poder descrubir qué hay detrás de cada palabra y marca realizada. Porque justamente el principal inconveniente y virtud de esos almanaques es que no pueden ser leídos por cualquiera, solo Tiscornia tiene la clave para leerlos.
En el volver al lugar en donde estuvo preso luego de 20 años, en el relato en primera persona mientras las imágenes del Penal pasan por la pantalla, en la inocencia de algunas declaraciones de Tiscornia “yo sabía que no tenía buena memoria, por eso tenía que anotar todo”, es en donde “El almanaque” va construyendo su verosímil y la innegable necesidad de su discurso.
Sumado a las anécdotas que se suceden, porque además de crear este sistema de registro minucioso, Tiscornia es un gran personaje para entrevistar, con ganas de narrar historias a partir de disparadores que le proponen Filipovich o los otros personajes entrevistados (también exreclusos del Penal De Libertad).
“Mi mamá antes de morir me contó que ella anotaba todo, y me mostró pequeños registros de gastos” de ahí cree Tiscornia que proviene su particular manera de sobrevivir (con los almanaques) a la detención ilegítima de su persona.
Los trazos gráficos acompañan por momentos las palabras de los “actores”, reforzando la idea de escritura, tan necesaria para poder en la actualidad repasar la historia, una historia repleta de ideología castrense que trabajó sobre su mente con ideas de disciplina y control hasta el último de los días dentro del penal.
Pero es gracias a la inteligencia superior, que seguramente se origina en las ganas de resistirse a todo, a que genialidades como este registro en almanaques emanan de seres combativos. Hoy en día Tiscornia registra diariamente en fotos el ocaso en Montevideo. La necesidad de detener el tiempo continúa latente. Y de eso nos habla Charlo Filipovich, de la resistencia ante la opresión, en una película necesaria, urgente, que si bien puede tener algunas falencias, no opacan la magnitud de lo que muestra.