A través de un corte de pelo, una mirada a cámara y el plano detalle de una vagina en plena colposcopia, conocerá el espectador a Chloé el personaje que interpreta Marine Vacth (Joven y Bella) en Amante Doble, la nueva película de Francois Ozon.
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Chloé, una joven delgada y de lánguida y extraña belleza, tiene dolores de vientre que parecen más psicosomáticos que clínicos y acude a un psiquiatra para tratarlos. Con este psiquiatra comienza una relación erótico que parte del propio juego de verbal de la terapia. Chloé consigue trabajo de guardia de sala en un museo y comienza a mejorar de su depresión, cosa que enseguida se ve en su aspecto. A los 12 minutos del film Paul le dirá que tiene sentimientos incompatibles con la terapia y debe dejar de atenderla.
Ese es el momento en el que Amante doble se convierte en una película poco interesante y creíble. Tal vez tenga que ver con su libro original, un texto de fines de los 80 (muy de los 80) escrito por una mujer que firma con seudónimo de hombre. No hay un juego doble también alli?. El ingreso a ese romance y a un misterio psicológico en el que dos gemelos excesivamente diferentes (obviamente uno pacífico el otro agresivo), se enamoran de la misma mujer suena a algo ya visto, de lo que resulta también el regreso a una historia del pasado a modo de juego de espejos, o cajas chinas.
Una trama excesivamente enmarañada, construida desde el punto de vista de Chloé (practicamente nunca sale de pantalla) quien irá patologizándose cada vez más, viéndose obligada (la trama) a entrar en sobreexplicaciones de algunas situaciones que la fuerzan a límites poco creíbles. Ozon recubre su adaptación de un formato que nunca excede lo correcto en lo formal y tensionando el juego del doble hasta lo insospechado.
Es verdad que se puede relacionar con muchas películas similares, seguramente Pacto de amor (David Cronenberg) es la más cercana, pero ni por asomo alcanza su brillantez ni su trascendencia.
Una película que roza lo viejo, y que atrapará a más de un ingenuo, seguramente.