Obra de rara belleza, perversa y laberíntica
François Ozon en “Amante doble” ('L'amant double', 2017) interrelaciona al yo con la duplicidad y el erotismo. En ambos casos existe una relación dialógica entre filmes, novelas y cuentos, además de tratados psicoanalíticos que anteceden a su propuesta. Lo cual, en cierto modo, certifica el amplio conocimiento que el realizador posee sobre el tema.
Si recordamos filmes como. “El imperio de los sentidos” (1976) o “El imperio de la pasión” (1978) del japonés Nagisa Oshima, “Ju Dou”, “Amor secreto” o “Semilla de crisantemo” -1990), de los chinos Zhang Yimou y Yang Fengliang, “Ojos bien cerrados” (1999) de Stanley Kubrick, sobre la novela de Arthur Schnitzler, “Lucía y el sexo” (2001) de Julio Medem, “9 Song” (9 canciones -2004) de Michael Winterbottom,“Sleeping Beauty” (Belleza dormida-2011) de la australiana Julia Leigh, “Nynphomaniac” (2015- parte I y II) de Lars Von Trier, “ Love 3D” Gaspar Noe (2015), “The Handmaiden”(La doncella- 2016) del surcoreano Park Chan-Wook , inspirada en la novela “Falsa identidad” de la escritora galesa Sarah Waters; veremos un compendio en François Ozon de todos ellos. Sin olvidar la influencia (por su gran admiración) que ejercen sobre él David Cronenberg y su “Inseparables” (“Dead Ringers” 1988), o Luis Buñuel “El perro andaluz” (“Un chien andalou, 1928).
Con respecto al mito del doppelgänge (literalmente “el otro que camina junto a tí”), término inventado en 1796 por Jean Paul Richter en Siebenkäs. El doppelgänger , es otro de los mitos que se ha multiplicado por la idea de dualidad que posee el hombre y con la que percibe su entorno, está presente en una gran cantidad de obras literarias y cinematográficas. Esa visión que uno puede tener de sí mismo, como un doble que de alguna manera desestabiliza su existencia, fue empleada por Fiódor Dostoievsky en su relato “El Doble” (1866), con un enfoque psicológico acerca de ese lado oculto y oscuro de la condición humana. Su raíz más profunda se encuentra en la mitología griega con el mito de los Dioscuros, Cástor y Polux que eran dos famosos héroes gemelos hijos de Zeus y Leda, hermanos de Helena de Troya y Clitemnestra.
La constelación Géminis representa a estos gemelos, y sus estrellas más brillantes (#945; y #946; Geminorum) se llaman Cástor y Pólux en su honor. Por lo tanto el tema de los gemelos, su mundo en espejo o caníbal desde la antigüedad no es novedoso.
Sigmund Freud, Carl Gustav Jung, Alfred Adler y Otto Rank, entre otros, estudiaron el tema del doble y la sexualidad, pero la ciencia no pudo acercarse con tanta certeza a este extraño fenómeno como la literatura y posteriormente la cinematografía.
Entre los autores a quienes el tema ha inspirado se encuentran: Théophile Gautier (“El caballero doble” ), E. T. A. Hoffmann“La historia del reflejo perdido”), Nathaniel Hawthorne (“La mascarada de Howe”), Guy de Maupassant (“¿Él?”), de Henry James (“La esquina alegre”), Miguelde Unamuno (“El que se enterró), Vladimir Nabokov (“Lolita”), Ítalo Calvino (“El vizconde demediado”), Jorge Luis Borges (“Las ruinas circulares”, “El inmortal”, “La muerte y la brújula”) , Julio Cortázar ( “La noche boca arriba”, “Lejana”, “El otro cielo”, “Las armas secretas”, “Axolotl”), Adolfo Bioy Casares (“La invención de Morel”, “La trama celeste”), Carlos Fuentes (“Chac Mool”, “Aura”), Gabriel García Márquez ("Diálogo del espejo"), Mario Benedetti (“El otro yo”), José Saramago (“El hombre duplicado”), Stanislav Lem (“Solaris”), Edgar Allan Poe (“Willam Wilson”, “Morella”), Giovanni Papini (“Dos imágenes en un estanque”), Gustav Meyrink (“El Golem”), Ambrose Bierce “Uno de los gemelos”, Javier Marías“Mala índole”, Philip Roth (“Operación Shylock”), Oscar Wilde (“El retrato de Dorian Grey”), y un extenso etcétera de una lista interminable.
Rebeca Martín advierte que el doble: “nos recuerda que no hay que buscar lo desconocido en cementerios, castillos góticos o lejanas galaxias, sino en el interior del ser humano, pues el doble apela, sobre todo, a la incertidumbre acerca de nuestra misma esencia”.
François Ozon es, sin duda, un cineasta cuya obra refleja su personalidad obsesiva, con períodos perversos y misteriosos. En la mayoría de la misma explora una cierta unidad temática donde la mente se articula sobre sí misma para descargar todas las referencias a las que se aferra el "yo", y con ellas también a las convenciones sociales.
En la vida nada es lo que parece, y en “Amante doble” este hecho se magnifica en forma singular. Chloé es una joven apática que a pesar su juventud está cansada de vivir. Su pasado reciente como modelo, le deja un sentimiento de vacío, asco y fracaso. Por lo tanto busca un modo de rehacer su vida hacia un futuro más estimulante que le permita hallar la felicidad. Así encuentra a Paul, un atractivo y misterioso psiquiatra con el que empezará una nueva vida. A partir de esa realidad Ozon se enfocará en el espíritu, negro, retorcido y lúdico de la novela.
Pero nada es fácil y lo que proyecta Ozon es el encuentro de dos personajes sinuosos y sombríos con un significativo cúmulo de conflictos en su historial. Cada uno de ellos llevará, al espectador, no sólo a la exploración de la propia identidad de la joven y la de su amante, quien parece ocultar un importante y siniestro secreto que despertará la obsesión de Chloé, sino a la relación de individuo y sociedad.
François Ozon especula en “Amante doble” con un complejo relato alrededor del universo sexual penetrando sin ambages en la vagina de una mujer, para inducir al espectador desde el inicio del film hacia la creencia que no existe mayor afrodisiaco que el propio cerebro. A Ozon le gusta diluir las fronteras y en esta escena el espectador no se percata con certeza de lo que está viendo, si es lo que piensa o imagina, o es realmente el sexo de una mujer. A partir de esa secuencia en que transgrede las fronteras entre realidad e imaginación, comienza a forzar al espectador a cuestionarse sobre si lo que ve es real.
La película se basa en el relato breve de Rosamond Smith, seudónimo de la gran escritora estadounidense Joyce Carol Oates para sus novelas de intriga. La trama es la duplicidad moral que habita dentro del mismo individuo, su desdoble y enfrentamiento por el amor de una mujer o viceversa. La idea es mostrar la visión del doble desde la conciencia del laberinto del otro desdoblado, que puede provenir de una imagen o resultar un ser vivo, y de la existencia de dos en uno solo.
Lo físico y lo mental, como dos caras de una misma moneda, son las grandes protagonistas del filme. La puesta en escena, aséptica, invita a pensar en la dualidad, en los límites de lo femenino y lo masculino, En donde la cámara juega el rol de ser el cómplice voyeur del público intensificando su acción en la ambigüedad, en el espacio en la cual puede disolverse como un espejismo, conduciendo al espectador a ilimitados juegos de espejos que conllevará a la duda sobre la verdad de gestos y actos de cada personaje que se organizan alrededor de una pulsión sexual.
Tal como construyó “Una nueva amiga” (Une nouvelle amie, 2014), Ozon en esta realización consigue centrar la atención en el desdoblamiento masculino cuando en realidad lo que interesa es el proceso de transformación femenino. A diferencia de sus anteriores filmes, no se complica con él para deconstruirlo como en “Swimming Pool “ (2003), sino que mantiene un proceso lineal hasta las últimas consecuencias. Pero, no obstante, su escritura se enreda en la ambigüedad. Es una producción sofisticado y su inventiva visual es extremadamente trabajada, hasta el límite de sostener una estética fría y distante, que le otorga una densidad simbólica a la imagen.
Interpretaciones brillantes acompañan este thriller psicológico en el que el espectador sólo puede dejarse llevar por el relato para descubrir la verdad en un imprevisto final. Para ello cuenta con Marine Vatch que incursiona por una vía completamente distinta (entre la androginia y la feminidad, se corta el pelo y se viste con prendas muy masculinas que le da un aspecto de vulnerabilidad y frágil belleza), respecto a “Joven y bonita” (Jeune et jolie, 2013), la anterior colaboración entre director y actriz; y con Jérémie Renier para encarnar a los gemelos, en su tercer trabajo con el realizador tras “Amantes criminales” (Les amants criminels, 1998) y Potiche, mujeres al poder (Potiche, 2010). Su habitual compositor, Philippe Rombi, cuya banda sonora es como una letanía, aporta con su música un matiz de universo hitchcockiano. Manuel Dacosse con su fotografía juega con los tonos fríos y cálidos, acentuándolos según la situación crítica o violenta del filme.
“Amante doble” es un filme de rara belleza, laberíntico y plagado de trampas que el espectador deberá sortear, para poder ingresar a esa naturaleza lejana de la otredad y al juego de dobles que propone Ozon