Esta sobrevalorada producción italiana, pretencioso por donde se lo mire, que intenta enarbolarse como cine de qualite, cine arte, pero al mismo tiempo, y desde lo discursivo hasta provocador o novedoso, ni siquiera vanguardista, sino políticamente correcto, si se quiere.
El principio tiene ribetes cercanos al cine de Luchino Visconti, casi se podría decir que parecería querer ser un homenaje a “El Gatopardo” (1963) desde lo estético, el manejo del espacio de filmación, y desde lo narrativo a “La Caída de los Dioses” (1969), no esta hablando solamente de los dioses comunes a todos, sino también a todas esas personas que endiosamos.
Todo el filme circula por la abundancia: abundancia de planos, abundancia de descripción de personajes, por momentos abundancia de palabras, y otras abundancias de silencios, planos largos injustificados, sobre todo desde la historia, y de los estiramientos de los mismos. Por momentos el director no se decide si trabajar la historia desde la metáfora, desde la metonimia o desde lo real.
Esa indecisión del realizador hace que el filme se vuelva redundante. Si ya llegando al primer tercio se torna exageradamente previsible, y no deja de ser redundante, la resultante obvia es: ¡Aburre!
Una escena de amor que dura más de lo esperable y/o recomendable, con cercenamiento de los cuerpos, que no por eso se hacen imposibles de identificar, le agrega la imagen de una abeja trabajando en una flor, que se le pone encima, que juega dentro del brote reproductor de las plantas fanerógamas que consta de carpelos y estambres que formaran el perianto o darán lugar al fruto, o sea un pimpollo, que en realidad es una flor. ¿No le parece que exagere en la cantidad de términos para hacerme entender? De eso mismo estoy hablando, que hace el director con la película, sigo, que le saca todo el polen con el que harán la miel. ¿Será por esto que la producción se torna demasiada melosa?
La historia de una familia aristocrática del norte de Italia, la ciudad de Milán más precisamente, donde como hace siglos se sigue con los rituales y costumbres de generaciones.
Cada personaje cumple su función, siendo demasiado clásicos en su construcción. Se corre un poco del clisé en relación al de Tilda Swinton, que es quien sostiene desde la actuación la mayor parte del relato. Ella es la madre de la familia italiana, pero esta fuera de eso que ella misma ayudo a construir, ya que su origen real es Rusia. Y el filme lo señala varias veces.
Luego de esa primera secuencia trabajada desde la sensación de ausencia de la temporalidad, en la segunda la vemos a Emma (Tilda Swinton) transitando melancólica por la ciudad, y ya sabemos que la historia transcurre en la actualidad.
Como tal el director toma de base un film maravilloso como lo fue “Una Vez en la Vida” (1992) del genial Louise Malle, o en su titulo original “Damage”, algo así como “herida” o “daño”, en el que un ministro del gobierno ingles se enamora de su nuera y entabla una relación amorosa sin medir las consecuencias. No sólo el director fue una de las grandes figuras de la historia de la cinematografía, sino que además la pareja protagónica era Jeremy Irons y Juliette Binoche
Este producto italiano cuenta la misma historia, la de un progenitor que se enamora de la “pareja” de su hijo. Como dije antes, los responsables del filme creen ser provocadores o vanguardistas, para eso sólo muestra la relación entre la madre del joven, quien se ha casado recientemente con el único fin de guardar las apariencias, y el novio de éste, quien desea escalar posiciones dentro de la sociedad milanesa.
A ver si aclaro el panorama. Es verdad que luego de Sófocles, Esquilo, Shakespeare, Tolstoi, Kafka, se podría decir que esta todo contado, pero el cine encontró otras formas, otro lenguaje, y los grandes realizadores aprovechan los elementos que le otorga el dispositivo, en especial a los actores, para contar lo sabido de forma novedosa.
Si bien todo es previsible, se necesita del accionar de los personajes para hacer creíbles lo que les pasa, o los sucesos que viven, lo que en este caso se cumple, y de maravillas, solamente Tilda Swinton, pues los demás navegan en la inoperancia.
Así como el cine de Hollywood es pura parafernalia, luces y espejito de colores, a veces las producciones o los directores que se quieren poner en el lugar del cine como arte, cuya única variable real sea que ahora, caen en la misma trampa como la “de moda”, que todas las historias deben incluir, o versar, sobre el tema de la homosexualidad. A mi particularmente me tienen harto, y siempre vuelven a cometer el mismo error. Desvalorizan al espectador. Yo eso no lo compro.