El deseo
Los planos generales fijos y las panorámicas de edificios cubiertos de nieve con los que abre la película de Luca Guadagnino, musicalizados por las cuerdas repetitivas de John Adams, prometen. Es una introducción elegante y extraña para un filme cuyo tema es el deseo en clave femenina y en un universo social determinado, el de la aristocracia pretérita italiana en tiempos del capitalismo global. ¿Por qué esos paisajes?
Si bien pronto se verá un título que indica “Milán”, esas postales bien pueden remitir a Rusia. Sucede que Emma Recchi, interpretada por la singular actriz escocesa Tilda Swinton, razón principal para ver este filme, es una mujer rusa que no sólo “recuerda” su nombre y habla un italiano con acento, sino que es una mera pieza femenina, una esposa, en un orden patriarcal. Emma, que “desde que se mudó a Italia dejó de ser rusa”, a veces sueña con su origen, rara vez habla en ruso con uno de sus tres hijos y todavía sabe preparar una delicia dietética de la tierra de Chéjov.
Pero el centro narrativo de El amante no pasa por un dilema de pertenencia e identidad. Su tema es el deseo, el de Emma, que primero surge por empatía al descubrir que su única hija mujer ama a otra mujer, y posteriormente por percibir que un cocinero, amigo y socio de su hijo, es mucho más que un chef entre los sirvientes que trabajan en la mansión de los Recchi. El primer acto sexual será diferido. La degustación de un plato de langostinos en primerísimos planos es prácticamente un orgasmo, un anticipo estético de cómo se verán luego los encuentros entre amantes.
Al ostensible barroquismo de Guadagnino se lo vincula con la tradición de Visconti: una filiación exagerada, pues el imperativo formal del viejo maestro estaba articulado por la lucidez con la que abordaba sus temas. Aquí, la grandilocuencia de la puesta, la obsesión por los encuadres, la verborragia formal explícita y el ubicuo minimalismo sonoro de Adams protegen a la película de su discurso telegráfico sin peso específico. Su rudimentaria lectura de clase, su sensualidad de ilustración, su visión política no están lejos del eslogan; “el capitalismo es la democracia” explica el dilema de los Recchi sobre el destino de la empresa familiar.
Cuando El amante se circunscribe a Swinton todo mejora. Verla restituir su deseo, desnuda, vulnerable, valiente contrarresta la exageración metódica y la secreta dosis de crueldad de su guión. Volver a desear puede costar muy caro.