Cine artesanal
Entre que llega al pueblo y estrena la película en alguna sala del lugar proyectada sobre una sábana blanca, Daniel Burmeister tarda en promedio 30 días. En ese lapso llega al pueblo, se pone en contacto con las autoridades para acercarles su propuesta, se acomoda en su nuevo hogar temporario, realiza el casting para uno de los cuatro o cinco guiones que filma habitualmente, resuelve problemas concretos, busca ayuda técnica en el pueblo, comienza a filmar con la participación de la gente del lugar, finalmente edita y estrena la película un fin de semana. Este proceso se repite una y otra vez en cada lugar al que llega. En El ambulante lo seguimos en Benjamín Gould, provincia de Córdoba, a lo largo de todo este proceso.
Daniel llama a su arte "cine artesanal": un cine realizado con medios muy precarios, sin grandes pretenciones, pero que se vive en la comunidad donde se realiza como un gran acontecimiento. El hecho de que se trate de un "largometraje", es decir, de una película en sí parece menos importante que el proceso de realización y la posibilidad que tendrán los habitantes de verse a sí mismos y sus espacios proyectados en la pantalla. De hecho, el concepto de la realización serial (Daniel dice que ha filmado unos 60 largometrajes y que a partir de un cierto punto comenzó a filmar los mismos cuatro guiones una y otra vez en diferentes pueblos, como si fuera una obra de teatro) nos aleja del cine como lo entendemos normalmente.
El ambulante ofrece una perspectiva diferente sobre el cine y sobre la vida en un pueblo del interior del país. La forma en que se filman las escenas, las conversaciones con los habitantes, las reflexiones del propio Daniel componen un cuadro.
A diferencia de las películas del ambulante, El ambulante está filmanda con un HD de muy buena definición y una técnica muy bien utilizada. Todo es trabajo documental, no hay imagen de archivo o preparación frente a cámara (aunque sí vemos cómo se prepara la filmación para la película dentro de la película); sí hay un trabajo sobre el paisaje y los encuadres vacíos que replican la vastedad y el ritmo pausado del lugar que se está visitando.
Sin embargo, y a pesar de todo el encanto de Daniel Burmeister, esta película se diluye un poco. No hay una verdadera exploración, no hay un foco. Un poco como las películas del propio Daniel, El ambulante vale por la gente que filma, por el retrato (es Daniel el que hace la película), pero parece no terminar de explotar todas sus posibilidades como cine.