Idas y vueltas.
Sulamit (Celeste Cid) y Friedrich (Max Riemelt) siempre han estado en los lados opuestos de una barrera. Desde sus infancias como vecinos en la Buenos Aires de los años ‘50, hubo algo que los distanció: ella, hija de inmigrantes alemanes judíos; él, descendiente de uno de los muchos nazis que emigraron a Argentina tras la Segunda Guerra Mundial. A pesar de esto, ellos se aman, pero a lo largo de las décadas sus posturas no harán más que llevarlos a separarse y reunirse una y otra vez, en el contexto de importantes sucesos en la historia de América y Europa.
Esta es la base de El amigo alemán (2012), una coproducción argentino-alemana escrita y dirigida por Jeanine Meerapfel. En esta oportunidad, la realizadora de La amiga intenta desarrollar temas tratados antes en su filmografía (como la identidad y el redescubrimiento propio), al mismo tiempo que pasa por algunos de los eventos relevantes de los últimos tiempos. Lamentablemente, estas intenciones fallan debido a un guión disperso, repetitivo y artificial que no atiende las cuestiones prometidas, prefiriendo dar escena tras escena salida de telenovela, impidiendo que los personajes avancen o que haya una construcción adecuada del clima. Por eso, se terminan usando los ámbitos de procesos históricos trágicos (como la última dictadura militar argentina) como débiles excusas de obstáculos en el camino de la pareja principal, que ni siquiera es lo suficientemente explorada para que importen de verdad.
Algo que tampoco ayuda es la dirección, que recurre demasiado al sentimentalismo para pretender un foco emocional y cuidado. Si bien la mayoría de los aspectos técnicos están hechos de forma decente, la forma en la que se ejecutan con respecto a la historia deja ver el vacío de la producción. Estamos viendo a dos personas yendo y viniendo por el mundo repetidas veces sin motivos reales, pero Meerapfel emplea un enfoque demasiado melodramático para fingir la idea de un drama cautivador con enlaces profundos al pasado: el piano que no para de sonar en los momentos para emocionarse, o las decenas de tomas simbólicas que gritan sobre una temática que ni se expande.
En cuestión de actuaciones, Cid interpreta de manera aceptable el rol protagónico, haciendo lo que puede con lo que se le da. Lo mismo va para Riemelt (mejor conocido por su rol en La ola) y Benjamin Sadler (en la piel de un profesor universitario que toma un gusto en Sulamit), aunque sus papeles se ven afectados por un mal trabajo de doblaje a la hora de las escenas fuera del propio país. El film también cuenta con apariciones de Adriana Aizemberg, Jean Pierre Noher, Carlos Kaspar y Daniel Fanego, pero a ninguno de ellos se les da el tiempo o material necesario para dejar una genuina impresión.
Al final, El amigo alemán resulta decepcionante debido a la forma convencional, falsa y repetitiva en la cual Meerapfel usa el ayer como pretexto para un relato romántico que termina siendo indiferente y flojo. Un fin que no justificaba estos medios.
@JoniSantucho