Con un fuerte contenido sentimental y emocional, El amor de Tony narra una historia de amor singular, fuera de registro, en un marco pintoresco pero a la vez atípico, arisco y por momentos desolador. En realidad el film se titula Angèle et Tony, que describe con mayor amplitud el contenido de la trama, que está quizás más emparentado con las vivencias de ella que con las de él, que aún así encierran numerosas aristas que el guión de la realizadora francesa Alix Delaporte irá develando poco a poco. Ambos se conocen tras una cita a ciegas en un pueblo costero, él un duro trabajador de la pesca afectado por una pérdida y ella en libertad condicional tras dos años de cárcel, en una etapa licenciosa de su vida. Dos almas vaciadas por la soledad y la necesidad de afecto con las que Delaporte hace una pintura muy personal de la pasión humana, una verdadera radiografía sostenida sin desmayos y con enorme sensibilidad por la pareja actoral compuesta por la bellísima y talentosa Clotilde Hesme y el fenomenal Grégory Gadebois. Polos casi opuestos que lograrán relacionarse y experimentar sensaciones casi olvidadas, incluyendo el amor materno-filial y el familiar, en un circuito emotivo potente pero sutil, y además sumamente disfrutable.