Pescador de ilusiones
En principio, podría decirse que esta ópera prima de la ex periodista devenida guionista y directora Alix Delaporte comparte con el cine de Robert Bresson, los hermanos Dardenne y Bruno Dumont un estilo riguroso, austero, ascético. Sin embargo, la película con el tiempo va virando hacia algo más convencional (y comercial). con un happy-end propio de las feel-good movies no exentas de cierta demagogia.
Las largas y bellas tomas de El amor de Tony (ojalá la proyección digital esté a la altura del muy cuidado y elaborado trabajo visual) sirven para que el espectador se vaya sumergiendo en el universo de los dos protagonistas: Angèle es una joven y bella mujer que sale de la cárcel en libertad condicional luego de cumplir una pena por un accidente automovilístico que terminó con la vida de su marido y viaja a un pueblo de Normandía para estar cerca de su hijo de 8 años (con quien casi no tiene contacto y que ha quedado bajo la custodia de los abuelos), y Tony, un rudo y algo reprimido pescador que vive con su madre.
Angèle y Tony conforman una improbable pareja (orígenes y formaciones casi opuestas), pero Delaporte y sus dos protagonistas, la hoy de moda Clotilde Hesme y Grégory Gadebois, logran que sintamos empatía, que nos identifiquemos con ellos y con sus conflictos (es interesante cómo se presenta el duro contexto socioeconómico de los pescadores). La película logra buenos climas, no cae en subrayados ni sentimentalismos, aunque -quedó dicho- la resolución es un poco obvia y consdescendiente. De todas maneras, estamos ante una más que digna primera película de una directora con un futuro enorme, especialmente luego de haber cosechado con esta pequeña producción más de 250.000 entradas en los cines franceses.