Ver esta película da ganas de ponderar la sencillez. No porque la historia sea sencilla, sino por la forma de narrarla.
En todo caso, para ir desandando el camino de este comentario, empecemos por decir que no es una película romántica (aunque tiene toques en tal sentido), ni tampoco un melodrama, género al que la realizadora Alix Delaporte sabe escapar inteligentemente.
Ángel es una mujer con pasado oscuro, ex-convicta y prostituta por conveniencia, que intenta lograr la custodia de su hijo de 8 años. En este contexto recala en un pueblito de pescadores en Noruega donde conoce a Tony, un hombre adusto y algo tosco que vive con su madre. Por supuesto, se enamora de Ángel; pero huye de la "facilidad" con que ella se ofrece. A su vez, ella le pide trabajo y alojamiento. En las actitudes contrapuestas de ambos personajes es donde la dirección de Delaporte descansa para ir construyendo de a poco un relato muy sólido, sustentado las buenas actuaciones de todo el elenco.
Las dos pequeñas subtramas que se desprenden (la relación que ambos personajes tienen con sus respectivas familias) apuntalan al sentido inevitable que tiene el resultado final. Cltilde Hesme y Gregory Gadebois traducen la química entre ambos con dos actuaciones en las que se nota un vínculo muy bien trabajado.
La dosis justa de música, encuadres que no temen a la naturalidad de los exteriores, y un conjunto de rubros técnicos en donde nadie abusa de la situación, establecen el equilibrio narrativo.
No se trata de una obra maestra, pero la primera película francesa del año (aunque es de 2010) es un buen paso hacia la misma conclusión de 2011: en Europa está lo mejor del cine contemporáneo.