Un nuevo comienzo
Tras protagonizar filmes cruciales del cine francés reciente como Las canciones de amor o Los amantes regulares, la bella y esbelta Clotilde Hesme asume en El amor de Tony el rol de Angèle, heroína punky que, al pedalear en su bici exhibiendo toda su dignidad solitaria ante la cámara, remite a íconos desconsoladoramente frontales y semejantes como la Lucía motorizada de Lucía y el sexo o la Lola con tracción a sangre de Corre, Lola, corre.
En este caso, la misión acalladamente desesperada que convoca a la joven es el reencuentro con su hijo, a quien no ve desde su estadía en prisión y del que un lejano y vago accidente en el que murió su esposo amenaza con alejarla. Pero allí también está el sencillo y robusto Tony (Grégory Gadebois), un pescador que acaba de perder a su padre en altamar y con el que Angèle inicia un ambiguo vínculo laboral–amoroso, a partir del cual su vida luchará por encauzarse.
Planteo de ausencias, batallas y pesares íntimos que la debutante Alix Delaporte narra de manera tenue, sosegada y naturalista, extrayendo resultados gigantes de una historia en principio pequeña y de modestísimas intenciones.
Así, planos a primera vista “de relleno” como el de gaviotas sobrevolando un muelle o el de una barcaza de pescadores internándose en el mar son tan decisivos como aquellos en los que Angèle habla con su hijo o aprende a clasificar pescados o besa por primera vez a Tony, en una escena conmovedora por su realismo y simplicidad: lo que Delaporte pretende es componer una entereza estética de sobriedad moral que habla a través de sus personajes: así como ningún instante del relato se superpone sobre otro, así también sus criaturas acarrean un estigma y merecen otra chance, aunque sean caóticas y problemáticas como la madre soltera (y viuda) Angèle.
Hacia el final, Tony le dice a Yohan, el hijo de Angèle, mientras le enseña un cangrejo: “si lo agarrás por la espalda, no pasa nada”; El amor de Tony trata sobre la superación de los miedos, la convivencia entre distintos y el mirar a la cámara de frente y con valentía, sin pestañear.