Angel(e) para tu soledad
Alix Delaporte (Zinedine Zidane. Como un sueño, 2004) ofrece en su ópera prima de ficción, El amor de Tony (Angéle et Tony, 2010), su visión sobre la soledad de dos personajes marginados sentimentalmente y la creación de un vinculo que les permita unir sus vidas a pesar de sus propias inseguridades y las diferencias que los separan.
Con claras referencias al cine de los Dardenne, la historia presenta a Angéle, una bella y joven mujer que acaba de salir de la cárcel acusada de estar implicada en un accidente que terminó con la vida de su esposo. A través de un anuncio se cruzará con Tony, un tosco pescador poco comunicativo que junto a su madre y hermano menor buscan el cadáver del padre ahogado algunos meses atrás. Tras un primer encuentro, en el que la química pareciera no existir, nacerá entre ambos una extraña relación de amor odio que los unirá mucho más allá de lo que ambos podrían llegar a suponer.
El cine de Delaporte es un cine físico, de personajes que ponen el cuerpo más que las palabras, pero también es un cine de sentimientos, aunque muchas veces estos sean fríos y parezcan lejanos. Angéle y Tony casi no hablan, pero cada encuentro, cada acción, y la forma en que reaccionan ante las situaciones rutinarias están dotadas de un manejo corporal y gesticular en el que las palabras sobran. El trabajo de ambos es seguido por el ojo de una cámara que se posa sobre sus cuerpos tomando la esencia de lo que sus personajes necesitan transmitir para lograr el clima que el film necesita y así conmover sin la necesidad de apelar al golpe bajo.
El amor de Tony es una película sobre el amor, pero no la típica comedia rosa ni tampoco uno de esos dramones lacrimógenos que apelan a cuanto cliché exista. La historia que cuenta bien podría serlo pero la forma que se eligió para plasmarlo hace que uno tome distancia de esos personajes y pueda verlos desde otra perspectiva, en la que no se los juzgará por sus actos sino que se buscará entenderlos, aceptarlos y hasta justificarlos por lo que son incapaces de hacer.
Alix Delaporte se perfila como la fiel heredera de los Dardenne, no por copiarlos sino por tomar lo mejor de ellos y darle su propio estilo, su propia impronta. Un cine simple, exquisito, lúdico, de personajes conflictuados que encontrarán dentro de sus propios conflictos la simpleza de la vida y… del amor también.