La audacia es fundamental en la forma de mostrar las relaciones de pareja en una comedia romántica yEl amor menos pensado la tiene. No se trata de una audacia estética ni temática, sino la de permitirse hacer un reflexivo estudio sobre el amor, pero presentado con el trazo de la comedia romántica, que todo lo hace parecer fácil y ligero. La premisa de la ópera prima de Juan Vera es sencilla, pero nada de lo que les sucede a los personajes lo es. Marcos (Ricardo Darín) y Ana (Mercedes Morán) se encuentran al fin solos cuando su hijo se va a estudiar a España. El peso de 25 años de matrimonio lleva a la pareja a preguntarse si todavía están enamorados y pensar en la separación como una oportunidad de probar otras vidas.
A partir de esta encrucijada, el director y guionista presenta al espectador un experimento sobre el amor maduro, que resulta divertido y cautivante. Esto sucede porque hay un cuidado extremo sobre lo más importante: los personajes: personas completas, cuya personalidad, ideología, características físicas y hasta preferencias culinarias afectan todo lo que hacen. Este desarrollo y el equilibrio entre ambas partes de la pareja tiene origen en un minucioso trabajo de guion, escrito por Vera y Daniel Cúparo, pero logra plasmarse con un nivel superlativo de detalle y realismo gracias al talento descomunal de Darín y Morán. A esta altura a nadie le sorprende que ofrezcan actuaciones impecables, pero es un placer ver cómo aprovechan, sustentados por la experiencia y dedicación, papeles donde el lucimiento está en la sutileza.
El film está repleto de personajes secundarios que funcionan como distintas partes de las conciencias de los protagonistas y refuerzos humorísticos, que no caen en el cliché. Con 135 minutos de duración puede resultar larga, en especial en escenas con personajes secundarios, aunque se entiende la necesidad de desarrollar con profundidad el recorrido de la pareja protagónica. Al amor no se lo puede apurar, hay que esperarlo, como decían The Supremes (y Phil Collins).