Enamorándome de mi Ex
Marcos y Ana son una pareja que lleva 25 años de casados. Cuando su hijo se va a estudiar a España y se quedan solos, la monótona rutina del día a día los agota a un extremo donde reevaluan sus sentimientos y deciden separarse. A partir de aquí la película mostrará cómo es la vida de cada uno después de la separación, con tropiezos, aciertos y, por qué no, la reflexión de todo lo vivido.
En materia guion, sería errado vender a El Amor Menos Pensado como una comedia pura (aunque tiene momentos desopilantes), pero también lo sería venderla como un drama puro (aunque tiene momentos conflictivos). Estamos hablando de una narración con la suficiente inteligencia y sensibilidad para saber cuál de los dos géneros es el que más conviene para ayudar a que la historia siga adelante.
No hay un solo momento de falsedad en esta historia. Esa honestidad se plasma claramente en los diálogos de El Amor Menos Pensado. Naturales y cotidianos. Palabras y reflexiones que hemos escuchado mil veces de amigos, compañeros, familiares. En la realidad, nunca en la pantalla.
Es una historia que propone a la separación como una solución y no como un problema. Acá no hay discusiones, gritos, peleas o infidelidades. Solo una pareja que se descubrió caída en la monotonía y decidió hacer algo al respecto. Esta es una historia que no propone al amor como una melosa perorata digna de una telenovela, sino algo que se expresa con acciones; que se siente, no que se dice. No importa la cantidad de tiempo, si esa relación es fuerte las palabras sobran, son hasta incluso inútiles.
Precisamente en el detalle del tiempo nos tenemos que detener, porque este es un gran ejercicio de paciencia a la hora de contar una historia. Hay quienes dirán que 135 minutos es demasiado tiempo para una película de esta naturaleza, y sin embargo la extensión es crucial para que el film pueda establecer su punto. Si vas a proponer a la separación como una solución y no como un problema, el paso del tiempo se vuelve un recurso fundamental, pero no tanto en cuanto a sentirlo denso, sino en que el espectador sienta el paso de los años y con ellos sienta la evolución de los personajes, con aprendizajes y equivocaciones. Priorizar esto sin claudicar nunca ante un poder de síntesis tan exigido como tentador, es un curso de acción tan arriesgado como inteligente que habla muy bien de los guionistas de este film.
En materia actoral, la película es sostenida con incuestionable solvencia por el dúo conformado por Ricardo Darín y Mercedes Morán. No solo son inmensamente creíbles como un matrimonio de años, sino que consiguen brillar también en las escenas que no los encuentran juntos. El reparto de secundarios tampoco se queda atrás, ya sea para una aparición breve (las citas con Gabriel Corrado y Andrea Politti) como para las que se sostienen durante toda una secuencia (la vida en pareja con Jean Pierre Noher y Andrea Pietra), así como quienes destacan interpretando a amigos de los protagonistas (Claudia Fontan y Luis Rubio)
En materia técnica, la labor de dirección de arte acierta al darle a cada personaje y sus entornos un color característico: específicamente el rojo para el personaje de Morán y azul para el de Darín. Una elección no solo de color, sino de intensidad del mismo, saturado o claro dependiendo cuán avanzados se encuentren los personajes dentro de la historia.
La labor de fotografía es notable, en particular la escena donde se produce la separación que da inicio al conflicto principal. El clima que saben crear con las sombras y solo lo indispensable de luz es algo que no se puede despreciar. Un ejemplo de la pericia técnica puesta al servicio de la historia.