¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo?
El amor se hace (titulada en España Kiki, que es una forma de definir el acto sexual de una manera harto costumbrista) es el tercer largometraje de Paco León, un director conocido por sus papeles cómicos en televisión y que sorprendió a propios y extraños en su debut en la dirección, y que ahora nos presenta más que una comedia erótico-festiva.
Aunque Carmina y Amén se reveló como una de las comedias con más personalidad que se han filmado en los últimos años, esa etiqueta hizo que la presión ante su nuevo trabajo fuera bastante importante. Por suerte, el director sevillano demuestra que hay vida más allá de Carmina.
Que la película sea de encargo no le resta un ápice de personalidad, pues León mantiene la esencia de la cinta australiana que remakea, The Little Death (Josh Lawson, 2014), pero añade algunas capas de profundidad a los personajes y a la propia historia, además de lograr un acabado visual mucho más sugerente que el de la película de 2014. Paco León hace suyo el material ajeno, con todo lo que ello conlleva (lo bueno, lo malo y lo regular).
En la película conviven cinco historias distintas, las cuales se desarrollan durante un verano calenturiento en la ciudad de Madrid. El arco de personajes es amplio (cuatro parejas y dos jóvenes solteras), pero todos ellos tienen algo en común además del contexto: obtienen placer de formas bastante particulares. Más que un acercamiento a esas parafilias sobre las que sabemos tan poco (que también lo es), Kiki, El amor se hace (2016) pretende mostrar que todo lo malo, los problemas que surgen en una relación, pueden solventarse si los integramos de forma adecuada en nuestras vidas.
La forma de tratarlo es mediante estos comportamientos sexuales tan inusuales, pero tras el evidente tono de comedia que predomina en la cinta se esconde una disección sorprendentemente certera de las relaciones de pareja. En este sentido, la resolución es mucho más coherente que la del filme original.
Gran parte del éxito de la película se debe al trabajo de un reparto descomunal, tan espontáneo como natural. Paco León demuestra ser un director de actores estupendo, pues saca oro de todos los miembros del reparto.
Alexandra Jiménez nunca había estado tan bien, ni en su vertiente dramática ni en la cómica. La mejor escena de la película (esta vez sí, deudora de la cinta de Josh Lawson) es suya, y seguro que será motivo suficiente para que sea una fuerte candidata en la temporada de premios del cine patrio.
Por otra parte, debemos destacar a Belén Cuesta, que por fin puede demostrar su talento en una película que hace justicia a su capacidad interpretativa. Todos los demás están sensacionales, incluido el propio Paco León, que demuestra conocerse mucho mejor de lo que le conocen los directores con los que trabaja cuando le toca ponerse delante de las cámaras.
La cohesión de las diferentes historias que se desarrollan en este tipo de películas es fundamental, y darle a cada una de ellas la misma importancia es un punto a su favor. Los personajes están tan bien definidos, y sus arcos dramáticos son tan ricos (en algunos casos más que en otros, por la particularidad de cada personaje o pareja), que genera inmediatamente un sentimiento de empatía en el espectador que trasciende los límites de la comedia ligera.
Pero eso no quita que El amor se hace sea una comedia estupenda y una de las películas más graciosas que he visto en mucho tiempo; simplemente hace de ella algo imperecedero, mucho más que un cúmulo de chistes graciosos.
No son pocos los momentos en que la película se acerca peligrosamente a la comedia romántica española de manual, de esas que llegan mensualmente a nuestras carteleras. Gran parte de la culpa la tiene el humor más vulgar y zafio de la cinta, que por suerte logra convertirse en un acierto -por su gracia, pero también porque en una historia de cierto contenido sexual es incluso bien recibido- y desmarcarse de ese tipo de producciones que tanto perjudican la salud del cine español.