Finalmente llega a los cines argentinos la última película de Paco León “Kiki: El amor se hace” (España, 2016), primer film del realizador que se estrena comercialmente en salas, una propuesta diferente que aborda la sexualidad de un grupo de personas sin ningún prejuicio.
Tras las personalísimas “Carmina” y “Carmina o revienta”, el director adapta una película sueca oscura y moralmente compleja a su universo, pero para construir un catálogo de pasiones y filias de personas que no saben cómo relacionarse con los demás.
Desde los títulos León revoluciona, con esa pareja batallándose en la cama mientras imágenes de animales se incorporan a los planos. Todo es dinámico, todo es colorido, así presenta “Kiki: El amor se hace” sus ideas, para involucrar al espectador en la temática desde el momento inicial.
Hacer el “kiki” en España es hacer el amor, y León, verborrágico, transgresor, le pone ya en el título esa palabra para provocar, para que el espectador sepa que va a asistir e ingresar en su mundo, un mundo en el que no hay límites ni prejuicios, y en donde naturalmente esas pasiones o filias con las que encuentran placer.
Una pareja que quiere perpetuarse incorporando a una tercera, un hombre que sólo puede excitarse con su mujer dormida, otra que se apasiona por las telas, una que en el arrebato le llega el placer y la última que sólo si alguien llora le pasa algo.
Ese catálogo es presentado narrativamente de manera alternativa, la estructura episódica va y viene con cada relato, configurando un gran relato que finaliza con un baile final a lo Hollywood para unificar todo.
Y ojo que esto no es un spoiler, al contrario, es mencionado el hecho para enfatizar el carácter de celebración que se presenta en todo el film, una propuesta que no juzga, que muestra y que involucra en cada una de sus historias.
Y cuando uno conecta con una, la habilidad del guion es enviarnos a otra, en la que también rápidamente uno genera feedback, porque en ese ida y vuelta se va comprendiendo que aquello que el director quiere narrar es la posibilidad de amar desde otros lugares, no convencionales y en los que no hay espacio para la incomodidad, al contrario.
Hay gags, hay situaciones dignas de una sitcom, porque en el fondo desde el humor es que el director también desea que los actores puedan disfrutar de la historia, y en eso de ver la alegría transmitida desde sus actuaciones, todo el combo de la película cierra aún más.
Al igual que “Esa Sensación”, de Juan Cavestany, Julián Génisson, Pablo Hernando vista en el pasado BAFICI, el cine español sale de los cánones clásicos y se apasiona por historias de amor que involucran otros tipos de posibilidades de amar, y desde ese lugar, con respeto, sin estereotipos, con ingenio y disfrute, con vanguardia y con eclecticismo, con aciertos y algunos traspiés (imperceptibles) es desde donde la propuesta se puede apreciar y contextualizar, evitando que el prejuicio cercene las posibilidades expresivas del cine y sus historias.