Empedrado sentimental
“El desamor inspira”, dice el cantautor español Joaquín Sabina quien encuentra en la tristeza (tanto propia como ajena), una usina de ideas para escribir. Algo así le sucede a Pablo Diuk (Ernesto Alterio), un escritor que, por esas vueltas de la vida, se gana la vida como guionista y es contratado para escribir una comedia romántica que se rodará en España.
El amor y otras historias, debut como director de Alejo Flah (guionista de Vientos de agua y Séptimo), viaja desde lo terrenal a lo imaginativo, desde Buenos Aires a Madrid, haciendo pie en la crisis sentimental que atraviesa Pablo, quien acaba de romper vínculo con Valeria (Julieta Cardinali). A ellos los unía el desencanto, el desafío era quién soltaba primero la tensa cuerda de la relación.
Muy bien retratado desde la fotografía y puesta en escena, este filme muestra el empedrado de un devenir, lleno de baches y parches, pavimentado sólo por efímeros momentos, gracias a reencuentros con personajes del pasado.
El trance creativo de Diuk expulsa sus fantasmas en los ficticios Víctor (Quim Gutiérrez), diseñador de páginas web, y Marina (Marta Etura), una profesora de danzas. Estos jóvenes españoles son la proyección del deseo de su creador: profesionales, impulsivos, valientes, cálidos. Lo tienen todo.
Uno de los aciertos de esta película es el uso de la voz en off, que funciona como un eje argumental ajustado, y explica los puntos claves que debe tener una comedia romántica. Y también sirve como factor de contextualización. Además da en el blanco con algunos personajes secundarios (los de Luis Luque y Mónica Antonópulos) que funcionan como termómetros de la realidad cambiante.
Uno de los baches de El amor y otras historias es que los relatos, tanto el ficticio como el real, tenderán a emparentarse, casi no habrá división entre un universo y otro. El contraste entre las historias es el fuerte de este filme que, de a poco, va perdiendo identidad.
Tampoco se vislumbra una crítica hacia los clichés de la comedia romántica, todo es un tibio devenir de situaciones que, más allá de los vaivenes emocionales de sus protagonistas, con el correr de los minutos se torna predecible y empalagoso. Digamos, dulzón.