El cine siempre tuvo la dicha de contar historias sobre policías rectos, auténticos defensores de los derechos de los ciudadanos e inquebrantables ante cualquier hecho delictivo. Sin embargo, al final de cuentas, la gran pantalla tiene una debilidad ante estos personajes desdichados, incomprendidos bajo un mundo de reglas y autoridades. El cine prefiere a los ladrones, los sinvergüenzas que se ríen y mofan de las preseiones morales y éticas que presenta la rutina diaria de los bien intencionados de ser ciudadanos hechos y derechos. El lado oscuro siempre es más seductor, atractivo, divertido o llamativo. Bienvenidos a El Ángel (2018), la película de Luis Ortega (Monobloc, Lulú, Historia de un Clan) que recorre la vida de Carlos Robledo Puch en sus primeros pasos criminales hasta llegar a ser el preso más joven de nuestro país.
El Ángel, protagonizada por Lorenzo Ferro, Chino Darín, Mercedes Morán, Daniel Fanego, Luis Gnecco, Peter Lanzani, Cecilia Roth es una de las apuestas cinematográficas nacionales más importantes del presente año, co-producida a nivel internacional por Argentina-España; K&S Films / Underground Contenidos, El Deseo y Telefé.
La adolescencia es una etapa donde cada persona empieza a desenvolver su personalidad y a conocerse a sí mismo. En este caso, Carlos Puch (Lorenzo Ferro), en plena época escolar, comprendió cual era su vocación en el mundo: ser ladrón. Potenciado por la atracción, tanto sexual como también por empezar a desarrollar sus habilidades en este ámbito, emprende junto a Ramón (Chino Darín) un viaje de violencia y asesinatos cada vez más oscuro e inconsciente.
El Ángel se desarrolla a la perfección como una historia atrapante gracias al carisma de su protagonista -a pesar de haber sido una verdadera apuesta de los productores por la inexperiencia de Ferro-, un cast estelar que lo sostiene haciéndolo brillar en cada escena y una producción ejemplar al llevar a escena la época de los ’70 desde la vestimenta y locaciones hasta la música, otorgando también una fotografía que marcan el estilo y la esencia de la película.
En cuanto al guión, la película no maneja bien el ingreso del personaje de Peter Lanzani, además de tomarse la libertad de no explicar o resolver ciertos conflictos para no entorpecer el desarrollo de la trama. La película ocupa su tiempo en desarrollar el despertar sexual de su protagonista y su atracción por su amigo Ramón, evitando socavar más en los conflictos de Puch relacionado a la violencia y su irreverente personalidad.
Luis Ortega prefirió abocarse a las diferentes cuestiones de la adolescencia de Puch, el futuro muy lejano y una vida plena que no conoce responsabilidades ni consecuencias de sus actos, entre risas, chistes y comentarios; todo esto, en un escenario de violencia y oscuridad.
El Ángel es un retrato de dos horas sobre la mente y la visión -a veces ingenua- de un niño sin conciencia sobre la muerte, quién vive bajo sus propias reglas y moral. Tan contradictorio es el andar de Puch que esto se evidencia hasta de su aspecto: un demonio que juega, se divierte y vive su propia realidad, su ilusión mientras deja en su camino crímenes sin escrúpulos.
El Ángel es una película sarcástica y desfachatada por mostrar a un asesino desde otro lugar dejando al espectador la elección y forma para juzgarlo, una visión del director por lo menos polémica al evitar en el film aspectos mucho más oscuros y graves de este dúo del crimen, como las violaciones y asesinatos que cometieron. Se trata de una película con una puesta en escena que genera un ambiente incómodo, seductor y con mucho carácter, todo esto acentuado gracias a un único actor como resultó Lorenzo Ferro. En cada una de sus intervenciones, desfachatadas, incorrectas, fuera de lugar, ácidas y con carácter, Ferro terminó de acentuar todo este mundo de ingenuidad y ladrones que propuso Luis Ortega.
La puesta en escena de El Ángel actúa también como una pieza fundamental para entender la esencia del personaje y de la película: con música de Palito Ortega (La casa del sol naciente), Norberto Napolitano (Llegará la paz, Sucio y desprolijo), un vestuario cuidado en detalle en cada uno de sus personajes y locaciones que le otorgan un plus al film.
El Ángel, como realización audiovisual, es un producto hecho y derecho de pies a cabeza, sin fisuras graves y con un gran contenido para el espectador. Quedará en cada uno el aceptar la particular visión que tuvo Ortega de un personaje tan nefasto y turbio como Carlos Robledo Puch, al optar por amitir gravísimos crímenes para no sacar del eje esa imagen ingenua, infantil que propone Ferro.