El Ángel: Entre el Cielo y El Infierno.
El nuevo film de Luis Ortega centrado en la figura de Carlos Robledo Puch, es una brillante narración que explota cultura pop a lo Tarantino.
Carlos Robledo Puch. Uno de los criminales más famosos de la Argentina (sino el MÁS famoso). Aún hoy recluido en el penal de Sierra Chica. Un psicópata. Un niño lindo. Alguien que rompió los paradigmas del “criminal común”. Apodado por la prensa de la época como “El Ángel Negro”, con tan solo 20 años supo tener más de una decena de homicidios, más de 40 robos y otros tantos crímenes tan aberrantes como indecibles.
La fascinación por la figura de este joven de la década del 70, un espíritu rebelde quizás, traspasa las fronteras de la realidad y se convierte en mito. Una fuerza de la naturaleza. ¿Una maldad innata? Quien sabe.
El Ángel es la película que ahonda en ese mito, sin ser una propaganda que se posiciona de un lado de los hechos, ni mucho menos, una biopic cruda y descarnada. Luis Ortega decide darle protagonismo al entorno y al raid delictivo de “Carlitos (un fenomenal Lorenzo Ferro, gran revelación)”, un joven como cualquier otro, de clase media, que está sumido en un ensueño, el ensueño de la vida al límite. Sin mucha conciencia de lo que pasa alrededor, decide asociarse con Ramón (Chino Darín) y los padres de éste (Daniel Fanego y Mercedes Morán) en un círculo delictivo que lo llevará a transitar los más oscuros lugares de Buenos Aíres.
Pero más que una víctima, Carlitos es una fuerza de la naturaleza, un enviado de Dios que cada alma a la que se acerca, termina corrompiéndola. Quizás sin intención. Quizás es solo un chico jugando al “Poliladron”.
Los hermanos Ortega (Luis el director y Sebastián, productor) crean en El Ángel una puesta de escena muy pocas veces vista en el cine argentino: la recreación de época (1971), la paleta de colores, la banda de sonido (que incluye “La Joven Guardia”, Pappo, Palito Ortega y tantos otros hits) nos retrotraen a un escenario tarantinesco, kistch, a un mundo de fantasía donde podemos empatizar con el ser más despreciable que se nos cruce; porque, en definitva, sigue siendo humano.
El Ángel termina siendo una película que exalta la figura de Robledo Puch y la cultutra pop, pero en ese universo, gracias a la interpretación del, hasta ahora ignoto, Lorenzo “Toto” Ferro, un pequeño gran actor que, si sigue así, tiene el estrellato asegurado.
45 años después de los hechos criminales, volvemos a hablar de la figura de Carlos Robledo Puch. Esta vez, desde el arte. Porque el cine nos da esa posibilidad, la de jugar con personas y transformarlas en personajes. En el caso de El Ángel, un criminal también puede estar al límite de la muerte y ser feliz bailando. ¿Acaso no a todos nos gusta bailar?