Luis Ortega abandona ¿momentáneamente? su lugar de realizador ultraindependiente y se pone a la cabeza de una producción de alto perfil que debutó en el Festival de Cannes. Pensada y creada para un público masivo, El ángel no deja de ser una película ciento por ciento Ortega: provocadora, por momentos incómoda, incluso sorprendente, a pesar de estar basada en hechos muy conocidos de la historia argentina reciente. Esta reconstrucción de las mil y una fechorías del joven criminal y asesino serial Carlos Robledo Puch es, en el fondo, una relectura muy personal del cine de gangsters y una no tan encubierta alegoría de una sociedad –la argentina– que se preparaba para atravesar sus años más oscuros. El debut en la pantalla grande de Lorenzo Ferro no podría haber sido más potente: su Robledo Puch es un jovencito rubio y algo andrógino que debajo de sus rasgos angelicales esconde los colmillos más afilados del sociópata. La gran secuencia de apertura, mientras suena “El extraño de pelo largo”, el clásico de La Joven Guardia, anticipa algunos de los placeres y angustias del film: el atractivo brillo del crimen cinematográfico y su contracara, el horror de la violencia y la sangre reales. Daniel Fanego, Mercedes Morán y Chino Darín componen una familia de chorros temible e inolvidable.