Nada menos que 46 años tuvieron que pasar para que el asesino serial más famoso de nuestro país finalmente fuera retratado en la pantalla grande. Aún así, podemos decirlo con total seguridad: la espera valió la pena. El monstruo con cara de ángel que ilustró la tapa de todos los periódicos de la década del ’70 está de regreso y promete cautivar a todos.
La iniciativa resulta más que oportuna si tenemos en cuenta la curiosidad que generan este tipo de relatos en los espectadores. El público argentino suele fanatizarse con las historias criminales y ello ha quedado más que demostrado luego del éxito de El Clan (2015), la película sobre el perturbador clan Puccio, seguida de la aclamada miniserie de televisión Historia de un Clan, escrita y realizada por Luis Ortega, director y mente creativa detrás de este nuevo thriller policial.
La historia transcurre en la tranquila localidad bonaerense de Vicente López, en una época turbia de la Argentina que avecinaba la llegada de la sangrienta dictadura militar comandada por Jorge Rafael Videla. Para ponernos en contexto, hablamos de un periodo donde el General Perón vivía sus últimos años en el poder, estrechando lazos con lo más oscuro de la política como el ministro López Rega, quien tiempo después y durante ésta última presidencia del líder popular, daría nacimiento a la Triple A. Con el ejército y la policía militarizando las calles, los adolescentes rebeldes, y sobretodo aquellos que agrupaban las organizaciones de izquierda, constituían las víctimas predilectas de la fuerzas represivas que, muy en sintonía con el panorama actual, gozaban de total impunidad. En este escenario, un joven de clase media, pelirrojo de ojos azules y mirada angelical, se encuentra terminando el colegio secundario. Nada insinúa algo anormal en aquel adolescente tímido de ascendencia alemana, tan solo parece ser un niño atravesando el duro camino de transformación adulta. Un extraño de pelo largoque no puede dejar de cuestionarse el sentido de la libertad. El es Carlos Eduardo Robledo Puch, “Carlitos“, y pronto será conocido por el mundo como el Angel de la Muerte.
Durante sus últimos días de secundaria, Carlitos (Lorenzo Ferro) conoce a Ramón Peralta (Chino Darín), un matón que se encuentra dando sus primeros pasos en el mundo criminal junto a su familia. Los padres del joven, Ana María (Mercedés Morán) y José Peralta (Daniel Fanego), aceptan introducir al angelical Carlitos en el clan. No pasará mucho tiempo para que Carlos y Ramón se conviertan en una bestial dupla criminal, dedicándose a asaltar jugosos negocios como supermercados, joyerías y concesionarias. Sin que le tiemble la mano, Carlos asesina a todo aquel que se encuentre en su camino, siempre por la espalda o mientras duermen serenamente. Entre golpes criminales y huidas, la relación del dúo irá develando una fantasía sexual reprimida.
La película de los Ortega (con Luis en la dirección mientras que su hermano Sebastián toma el mando de la producción junto a Underground), presenta una libre interpretación de la historia del tristemente célebre Robledo Puch. No es un biopic ni intenta serlo y aquello constituye, sin dudas, una de las mejores decisiones. Lejos de explorar un supuesto origen de la sociopatía del personaje, el relato se sumerge en el día a día de un delincuente juvenil que parece vivir una vida de ensueño. Cabe decir que El Ángel jamás juzga los actos de Carlos, sino que busca retratarlos con elegancia, ritmo, cinismo y varios toques de humor para nada desencajados.
El debutante Lorenzo “Toto” Ferro representa la gran sorpresa del thriller. Aunque nunca ha incursionado en el teatro, la naturalidad y frescura con la que se desenvuelve dejan más que claro que lleva el arte en la sangre. Tengamos en cuenta que el hecho de colocar a un joven sin experiencia como protagonista absoluto y en un papel tan desafiante como el de un famoso asesino serial, implicaba todo un riesgo para la producción. Pero Ferro demostró no solo estar a la altura de las circunstancias, sino que posee todas las condiciones para integrar una nueva generación de futuros referentes de nuestro cine nacional.
La banda sonora es quizá uno de los aspectos más formidables del film. Compuesta de temas clásicos de artistas como Palito Ortega, Pappo, Billy Bond, La Joven Guardia, entre otros, la música, al igual que la meticulosa estética, logra trasladarnos a aquella época clave del rock nacional. La personalidad del protagonista, sus emociones y creencias, son simbolizadas de forma casi poética por las letras de nuestra música.
Podemos afirmar que El Angel es la película argentina del año por excelencia. Quienes vayan a verla se encontrarán ante un relato seductor, atrapante y armónico. Una mirada lírica de la brutalidad que sigue pincelando nuestros tiempos.