El asesino serial más famoso de la historia argentina iba a llegar a la pantalla grande y cualquiera podría haber imaginado una cinta totalmente oscura y cruda. Sin embargo, Luis Ortega supo darle la vuelta de tuerca. Ya veremos por qué.
Habiendo incursionado de joven dirigiendo películas dramáticas de bajo presupuesto sobre conflictos más marginados como en “Caja negra” (2002) y “Monobloc” (2005), así como también haciéndose cargo recientemente de la miniserie televisiva “Historia de un clan” (2015), “El Ángel”, por su temática, nos recuerda más a este último trabajo sobre la sanguinaria familia Puccio. Sin embargo, el tratamiento otorgado a la película de Carlos Robledo Puch resultó mucho más suave y liviano que el anterior.
“El Ángel”, ya desde la elección de su título, marca el tono del film. Éste presenta a un joven Robledo Puch, encarnado magníficamente por Lorenzo Ferro, que genera una atracción y hasta una fascinación extraña desde la secuencia inicial. Integra una familia “normal”, pero de entrada, se distingue de ella y resulta casi ajeno a la misma. Ladrón por hobby y entretenimiento, sin creer en la propiedad privada; despreocupado y distendido. En la escuela industrial conoce a Ramón (Chino Darín), quien será, junto a su familia, el encargado de introducirlo en un mundo más criminal que lo llevaría a su destino.
La magia de esta cinta reside en la habilidad de Luis Ortega para trasladar toda esa carga negativa sobre Robledo Puch hacia una visión más liviana, en el sentido de reconocer la locura del personaje, pero realizando una exploración sobre la libertad y la inocencia. Esta última refiere a lo joven que era “Carlitos” cuando conoció la muerte que, a pesar de la ausencia de la culpa por sus acciones, pareciera casi que ni entiende lo que hace. Y de esto se trata la película. De intentar comprender a Robledo Puch, es una exploración total de este sociópata, y aunque no se pueda llegar al fondo, es simplemente esto; conocerlo desde otra mirada pero, que se entienda, jamás intentando justificarlo.
Por estas razones “El Ángel” es muy poética, porque juega con la locura hasta su punto máximo. Cuando todas las apuestas daban para una propuesta muchísimo más comercial por la historia que se cuenta, Luis Ortega tomó la arriesgada decisión de afrontarla de otra manera. Pero el resultado fue realmente destacable, haciendo un uso de las imágenes y del mismo lenguaje del cine con la maestría que lo caracteriza, regalando algunas escenas notables que quedarán en la retina de los cinéfilos.
Luis Ortega sabía que tenía otra carta a favor y le sacó todo el jugo posible. La época. Los principios de los años ’70 marcaron la cuidadísima estética del filme, con una musicalización fantástica con los mejores éxitos que se escuchaban en ese entonces. Y qué bien la bailaba “Carlitos”.
El elenco es formidable y cumple con creces, aunque el que se lleva la película es Lorenzo Ferro, quien le da su propia impronta a un Robledo Puch irreverente y despreocupado. Gran dirección de Ortega para una muy buena película que, como dijimos, no es lo comercial que se esperaba, pero qué acertada decisión. ¡Y qué bien ejecutada!
El único punto bajo podría ser algunos diálogos iniciales un poco flojos, y quizá, aunque de carácter más subjetivo, lo que venimos aclarando de la cinta que, con su esfuerzo por encantar más que por entretener, pueda no conformar a alguna porción de la audiencia que se esperaba otra cosa.
Para sintetizar, “El Ángel” es una película con un belleza estética y una banda sonora ideales sobre la historia de un criminal, con una propuesta diferente a lo esperada, y con el objetivo, tanto de explorar hasta lo más íntimo de Robledo Puch como también de jugar con la línea de la moral y de la libertad, logrando una hipnosis a la pantalla gracias al magnetismo de Lorenzo Ferro y a la habilidad natural de Luis Ortega para contar historias con su sello particular.