Szifron, fiel a su estilo Misántropo, la primera producción norteamaericana del cineasta argentino, nos presenta a Eleanor Falco (Shailene Woodley), una retraída policía de bajo rango, que es reclutada por el agente del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) para integrar un equipo de investigación en búsqueda de un asesino de masas que dejó veintinueve víctimas la noche de Año Nuevo, en Baltimore. Como imaginarán, la misma premisa del film refiere a una grave problemática de la agenda diaria de Estados Unidos, razón por la cual Damián Szifron tuvo numerosas trabas para poder conseguir quien financie la producción de la película, tal como aclaró en más de una entrevista. Szifron, además de su enorme destreza narrativa y visual, goza de tener la capacidad para observar críticamente la realidad. Desde sus primeros pasos en Los Simuladores (2002-2003) hasta su último film estrenado, Relatos Salvajes (2014), se preocupó por incursionar en temáticas de índole social, político y cultural en los distintos estratos de la sociedad. Con un sentido del humor particular, expuso diversas injusticias -aunque a veces pequeñas- que se repiten en distintos escenarios y momentos, en donde co-habitan tanto bajezas como proezas del ser humano, funcionando como una especie de reflejo cronista del día a día en nuestro país. Esta vez fue el turno de Estados Unidos. La película comienza con una primera secuencia realmente alucinante que atrapa a la audiencia y no la suelta hasta el final, apoyada en un gran manejo del ritmo y del relato clásico, propios del director. Es un thriller policial que constantemente coquetea con el drama institucional. Por un lado, nos hace parte de la búsqueda del asesino, intentando saber cómo actuará o pensará, al mejor estilo Zodiac (2007) o Se7en (1995) -ambas de David Fincher-, siempre desde la mirada del agente Lammark y la policía Falco. Y, por el otro, deja en evidencia la ineptitud operativa, no por falta de capacidad de los agentes, sino por las distintas decisiones políticas sobre el caso, supeditados a intereses de los más poderosos. Szifron elige denunciar la irresponsabilidad de las líneas de mando que prefieren cuidar su imagen pública antes que resolver la situación. Es el lado B que no es tan normal verlo tan trabajado en este tipo de género. El guion (co-trabajado entre Damián y Jonathan Wakeham) es excelente y funciona en distintos niveles. Tanto el personaje de Falco como el de Lammark están bien construidos, razón por la cual nunca pierden sentido sus acciones y decisiones. El diálogo, una de las mayores virtudes en el cine del Szifron, es sencillamente genial. Si bien nunca desaparece el tono oscuro y lúgubre de la película, consigue varios momentos de humor bien logrados. Para el director, «el humor es parte de la vida y puede darse en cualquier situación». Vale aclarar que las actuaciones de Woodley y Mendelsohn son fantásticas y elevan todavía más la calidad de las líneas de sus personajes. Uno de sus puntos más fuertes es la permanente sensación de misterio -natural en este tipo de films-, en la falta de identidad del responsable, en sus motivos, sus aspiraciones… Hay algo de Villeneuve (Prisoners, Sicario) que resalta en algunas escenas, quizá más que nada desde la puesta en escena general. Es aquí donde hay que destacar a su fiel compañero de batallas Javier Juliá, encargado de la fotografía, que expone toda su maestría en la construcción de ciertas tomas que quedan grabadas en la retina. El título, Misántropo, es una idea general que no solo está relacionada con el asesino sino con cada uno de los personajes. Es una lástima que en inglés le hayan impuesto llamarla con un genérico To Catch a Killer. Por suerte, Damián pudo hacer llegar el mensaje que quería hacer oír, en una crítica al sistema que se vive en Occidente, identificado en los discursos más manifiestos hasta algunos detalles que entreverán los más atentos espectadores. Y claro, estas cosas en el país de origen del film no son muy bienvenidas. Misántropo es una nueva muestra de la genialidad y talento de Damián Szifron, quien demuestra que no le queda nada grande el terreno de Hollywood. No solo nos regala un intenso, incómodo y provocador thriller, sino que «dispara» contra una sociedad que no hace lugar para todos. En medio de secuelas y reboots de productoras millonarias, es la mejor opción para ir al cine a ver algo original y refrescante. Puntuación: 9/10 Por Manuel Otero
es una excelente cinta sobre la amistad, que funciona en demasiados niveles y tiene tantos subtextos que dan ganas de revisionarla. Es una de las atracciones de este Festival, y ya había ganado en en Venecia los premios de Mejor Guion y Mejor Actor (Colin Farrell). Puntuación: 9/10
La voz es mi pincel El método Tangalanga (sección Galas en el Festival de Mar del Plata) explora la vida del popular humorista argentino reconocido por ser el precursor de las bromas telefónicas, en el momento justo en el que pasa de ser Jorge Rizzi, un tímido empleado de una jabonera al que no le salían las palabras, a este monstruo verborrágico que insultaba a la gente sin vergüenza alguna a través del teléfono. El enfoque cálido y simpático que eligió el director para contar esta historia es totalmente efectivo. La película se siente como un placentero recorrido, acompañado por una estética visual impecable y unos leit-motivs musicales que funcionan a la perfección. Con una historia amorosa detrás, el film oscila entre la comedia y el drama sin mucho problema, aunque sin dudas sus puntos flojos se encuentran en las secuencias más bien trágicas. Piroyanski pareciera haber nacido para este papel -y encima interpreta dos personalidades opuestas-. Tan solo con su presencia realza el nivel de la película y provoca carcajadas en varias ocasiones. El resto del reparto acompaña bien, destacándose Julieta Zylberberg en un un rol adorable, Luis Machín como el jefe de Jorge y Silvio Soldán en un personaje memorable. El método Tangalanga es una excelente recomendación para cualquiera que quiera pasar un buen rato en el cine y, de paso, conocer un poco más al reconocido humorista que dejó un enorme legado. Puntuación: 7,5/10 Por Manuel Otero
Se enfrió la comida Mark Mylod vuelve a la pantalla grande después de varios años dirigiendo episodios para grandes series como Game of Thrones y Succession, aunque esta vez con una propuesta más arriesgada y de mayor talante que sus previos largometrajes. La película gira en torno a una noche en un exclusivo y finísimo restaurante en una isla con invitados especiales, a cargo de un chef pretencioso y poco convencional que sorprende a todos cada vez más con el paso de los minutos. Deambulando entre la comedia negra y el thriller, The Menu es una feroz crítica al mundo de la cocina y el capitalismo, pero se queda a mitad de camino en el mensaje que quiere dar. La cinta se podría dividir en dos: una primera mitad alucinante, rodeada de misterios y sabores, y una segunda parte en la que la trama junta demasiados condimentos y pierde la organicidad que venía ofreciendo, desviándose del camino que había tomado desde el comienzo. El reparto cumple con las expectativas, apoyados en una siempre creíble Anya Taylor-Joy y un apabullante Ralph Fiennes que transforma en oro cada personaje que le toca encarnar. The Menu es una interesante propuesta que atrapa a la audiencia desde el primer instante y en ningún momento llega a aburrir. Eso sí, el objetivo se desdibuja y el film no termina por aprovechar todo ese potencial que tenía. Puntuación: 6/10 Por Manuel Otero
Cuando la violencia es real Derrickson retorna a su género predilecto luego de dirigir Dr. Strange en 2016, y nos trae una historia que nos recuerda a alguna de sus anteriores obras, como Sinister (2012) o The Exorcism of Emily Rose (2005). Sin embargo, The Black Phone, más allá de su tono terrorífico desde que empezaron a publicitarla, se asemeja más a un thriller con tintes sobrenaturales en cuanto a su estructura narrativa, aunque sin dejar de lado algún buen susto bien aplicado. Años 70, Colorado. La época y el lugar que se elige en la historia original de Joe Hill no es casualidad. Era el apogeo de los asesinos en serie en Estados Unidos y se había creado cierta mística alrededor de algunos personajes reales. En esta película, es un temible enmascarado el que secuestra al joven Finney, de 13 años, y lo encierra en un sótano insonorizado sin posibilidad alguna de escapatoria. Desprovisto de alternativas, Finney recibe ayuda de un teléfono negro que no para de sonar, en donde se agolpan las voces de las anteriores víctimas del asesino. Hay algo muy bien logrado en la cinta que es la atmósfera general del pueblo. El ambiente cargado de violencia, desde lo intrafamiliar o en el colegio. La violencia como respuesta o solución a todo. Es por este motivo que creemos que el enmascarado no es otra cosa más que un producto de aquella sociedad que no tiene paz. El desarrollo de la trama es correcto, sabe bien donde están sus límites y pareciera no necesitar esforzarse en seguir el camino indicado sin complicaciones. Derrickson elabora un buen encrucijado entre lo sobrenatural y lo real, que sucumbe en un clímax verdaderamente efectivo, ya que revienta la tensión en el momento justo y ningún cabo queda sin atar; cada personaje principal cierra su arco narrativo en conjunción con el final del conflicto. Otro gran factor a tener en cuenta es la elección del reparto. No solamente del gigante Ethan Hawke que, a su manera, hace brillar todo lo que toca, sino que habría que hacer hincapié en el casting de todos los adolescentes que forman parte del film. Mason Thames (Finney) y Madeleine McGraw (Gwen, su hermanita) hacen un trabajo espectacular; realmente sorprende el nivel de sus actuaciones y la capacidad para crear escenas dramáticas de gran categoría. Quizá uno de los reproches en general es la poca información que tenemos acerca del enmascarado. Derrickson no quiere indagar en los motivos que lo llevan a hacer ese tipo de cosas y se siente como si nos faltara algo más, o tal vez esa era su intención primera: que nos quedemos con la sensación latente de que no hay demasiados motivos para que llegue a hacer algo así. En definitiva, The Black Phone cumple con las expectativas que se habían generado en los últimos meses, con una historia que cierra bien y siempre cuenta con una tensión que va in-crescendo hasta su incuestionable clímax. Más que recomendable alternativa que renueva la cartelera. Puntuación: 7/10 Por Manuel Otero
Al infinito… Una película que se desprenda de la saga de Toy Story supondrá siempre un éxito comercial para Pixar y Disney. Por más que exista ese miedo de arruinar algún producto, los números dejarán bien parada a la compañía. Pero como es costumbre para Pixar, la empresa de animación no defrauda en cuanto a calidad en esta nueva cinta. Sin entrar en mucho spoiler, Lightyear nos trae la historia del héroe del espacio que inspiró el juguete que tanto nos enamoró en Toy Story. Justamente, a partir de este encanto previo que la audiencia tenía, es donde se refuerza un sentimiento muy profundo dentro del espectador y acaba por enamorarlo nuevamente. Inteligentemente, los guionistas van marcando detalles durante todo le metraje que brindan recompensas constantes a quienes están sentados en las butacas, pero sin perder la organicidad ni embarrar la trama. Es una película de ciencia-ficción que se vale de recursos narrativos bastante utilizados en el género pero consigue sorprender en más de una ocasión. Los nuevos personajes están a la altura (párrafo aparte para el gato robot), siempre apoyados en el incansable guardián del espacio, con voz de Chris Evans. La música, si bien es sutil por momentos, es uno de los elementos que mejor funciona, sustancial en las escenas que nos emocionan, porque claro, no olviden que a Pixar le gusta ir al hueso. Por último, la película no se olvida que es una comedia: mucha risa y hasta carcajadas en toda la sala. Lightyear es un film distrutable desde muchos aspectos, con personajes entrañables y con el auténtico Buzz, que nos hace reír, tensiona y nos llena de recuerdos inolvidables. Y de esto último también se trata un poco la película. Puntuación: 8/10 Por Manuel Otero
El bizarro arte de la locura Muchas veces es difícil encasillar una película en un solo género. La mezcla de géneros es una verdadera apuesta dentro del cine, ya que puede salir muy bien o muy mal. Por suerte, la cinta de Dan Kwan y Daniel Scheinert (o como se hacen llamar, «Daniels») pertenece al primer grupo de las mencionadas. Es un film de ciencia-ficción y acción, pero que en ningún momento deja de funcionar como una comedia y hasta drama familiar. Cualquiera pensaría que el resultado sería un collage sin sentido, pero sucede todo lo contrario; de alguna manera va transitando por distintos estadíos con una naturalidad fenomenal. Como ya habían demostrado en Swiss Army Man (2016), esta dupla de cineastas no se dejan caer en las tramas convencionales, aunque en esta ocasión llevaron su regla todavía más lejos. Todo en todas partes al mismo tiempo (sí, ya el título indica que es algo poco normal) nos presenta a una inmigrante china en Estados Unidos (Michelle Yeoh), que se ve envuelta en una aventura desconcertante cuando una ruptura interdimensional altera su realidad. Por algún motivo, ella es la única que puede salvar a los mundos infinitos del multiverso y aprende a saltar de una realidad a otra para lograr su cometido. Con ese disparador de la trama, todo lo que sigue es la locura total. Pero locura en el buen sentido. Se transforma en una de las películas más originales de los últimos años, gracias a la impredecibilidad constante de cada escena, que se aprovecha de la infinita diversidad del multiverso. Por momentos, parece un capítulo de Rick and Morty pero live-action. Como dijimos, la película no solo salta de realidad en realidad, sino que también lo hace entre género y género. Por este motivo, provoca a la audiencia en distintos niveles: hace reír, puede hacer llorar, hasta nos hace pensar en el sentido mismo de la existencia. Aun así, existe un sensación constante, entre placentera e inquietante, que es la de presenciar un fenómeno bizarro, casi caricaturesco a veces, en donde pareciera no haber límites (en realidad, no los hay) y es un permanente «vale todo». Sin dudas, a muchos espectadores les producirá rechazo esta cuestión pero no hay discusión en que, por lo menos, hay que celebrar la originalidad en estos tiempos de copia de una copia de otra copia. El montaje y la dirección de arte de esta película son realmente espectaculares y sustanciales para el desarrollo de la misma. El ritmo que se impone desde el guion es intrépido y no decae en todo su metraje, otro de los puntos altos del film. El reparto es de maravillas. Michelle Yeoh nos compra desde el comienzo y nos invita a vivir su propia montaña rusa junto a ella. El resto, también genial, aunque párrafo aparte para otra deslumbrante actuación de Jamie Lee Curtis. La actriz es sinónimo de calidad en cualquier producción. En definitiva, Todo en todas partes al mismo tiempo es una película loca y divertida que se apoya en un guion demasiado original en donde no hay límites de ningún tipo. Y lo mejor de todo es que nunca te desconecta de los personajes, que llegan a emocionar a la audiencia. En palabras del mundo de hoy y los memes, el film pareciera ser un permanente «¿Podrán?», mientras el espectador espera el siguiente desconcierto. Más películas así, vayan al cine. Puntuación: 8/10 Por Manuel Otero
«Olvídalo, Bruce, es Gotham» Se acercaba un nuevo desafío actoral para Robert Pattinson, así como también un verdadero salto para Matt Reeves, quien había estado a cargo de dos entregas de The Planet of the Apes (2014 y 2017) y Cloverfield (2008), entre otras películas «menores». Después de tantas versiones, traer otro Batman al cine supondría estar en la lupa de muchos ojos críticos y podía ser catastrófico. Pero por suerte para la vida del encapotado, el resultado fue definitivamente positivo. ¿Cómo encarar otro caballero de la noche? Esa debe haber sido una de las preguntas que sobrevolaban la mente del director, junto a Peter Craig, su co-guionista. Y claro, la acertada respuesta a la que llegaron fue sustancial para desarrollar efectivamente esta historia. Decidieron adoptar una faceta de Batman que no se había visto en cine, la detectivesca. Pero no lo malentiendan, esto no quiere decir que se haya transformado en un Sherlock Holmes o Hercules Poirot cualquiera, o que se dejen las escenas de acción de lado, pero sí deja a la luz una rama más del héroe que sirve como anzuelo para presentar este film como un buen thriller neo-noir. Un joven y acomplejado Bruce Wayne bajado -en todo aspecto- a un sitio más terrenal que las últimas versiones de Bale y Affleck encara sus primeros años como vigilante nocturno en Gotham. Con una presentación memorable, el esperado Battinson surte su primer e impactante efecto en la audiencia. Y ese oscuro y temible sentimiento no desaparece por casi tres horas. Con reminiscencias (o aspiraciones a parecerse) a Se7en (1995) y Zodiac (2007) de David Fincher, Matt Reeves desarrolla una trama de mucha intriga que es «ayudada» por la propia naturaleza del villano de turno: Acertijo. Y es también en ese sentido la razón por la cual conocemos a un Batman más «detectivesco». Las apariciones de otros personajes como Alfred (Andy Serkis) y Gatúbela (Zöe Kravitz) añaden valor propio al film, aunque en algunas ocasiones pareciera que les hubiera faltado algo más de química o desarrollo en relación con el protagonista. Por otro lado, el Pingüino (un irreconocible Colin Farrell), Gordon (Jeffrey Wright) y, fundamentalmente, el brillante Paul Dano como Acertijo están encastrados de manera más armoniosa en la trama y elevan la calidad de la película a un nivel superior. La música de Michael Giacchino y la fotografía de Greig Fraser funcionan a la perfección. La combinación del sonido con la sordidez de cada plano realzan el caracter oscuro, violento y hasta críptico que supone este universo de Gotham acechado por la corrupción y las locuras de Acertijo. Además, sirven para conocer a este Batman del que, gracias a la utilización de la luz y la cámara, podemos percibir sus traumas y complejos (aunque no muestren nuevamente su triste historia de niño). Dejando de lado los enigmas, creo que toda la audiencia estará de acuerdo en que hay escenas de acción que quedarán para la posteridad. La palabra «épico» podría ser el adjetivo perfecto para describir ciertos momentos del film que dejarán a todos boquiabiertos. Es un guion correcto y trabajado que se jacta de saber manejar el misterio y recuerda a muchas películas del cine negro. Desde la perspectiva de la corrupción que somete a todo Gotham, quizá pueda haber sido la clásica Chinatown (Polanski, 1974) un punto de partida para esta cinta. En definitiva, esta oscura y sombría Batman es una propuesta original y refrescante del encapotado que, sin dudas, quedará en el recuerdo por ser una de las mejores versiones que hubo. Un héroe un poco más real, un villano propicio y una Gotham deteriorada hacen de esta película una gran oportunidad para disfrutar en el cine. ¿Dura casi tres horas? Ah, sí, pero recién me doy cuenta. Puntuación: 8/10 Por Manuel Otero
Menos Diana, más Spencer Spencer, al igual que Jackie, del mismo director, nos presenta un pequeño fragmento de la vida de la princesa Diana. Un fragmento tan pequeño como lo son unos dos o tres días en las vacaciones de Navidad con la familia real. Eso sí, es suficiente para reconocer y sumergirse en el sufrimiento y agobio de Lady Di en esas protocolares esferas repletas de farsas. El enfoque que elige el cineasta chileno no es el que uno esperaría al ir al cine a ver una película sobre la enorme figura de la princesa. Sin embargo, esta mirada íntima y psicológica del personaje es más bien novedosa e interesante, aunque pueda entorpecer –y lo hace– el ritmo y el desarrollo del film. Es destacable el minucioso trabajo de arte y fotografía para situarnos en este curioso mundillo, que se fortalece gracias a la embriagente música de Jonny Greenwood, que acompaña el temple de la cinta y de la mismísima Spencer. De todos modos, es quizá el tono monótono de la cinta el que, por momentos, termina por aburrir al espectador. Mucho se habló sobre el trabajo en esta película de quien saltó al estrellato por su papel en Crepúsculo en 2008. Kristen Stewart demuestra una madurez considerable y se pone al hombro la obra, ya que se encuentra casi constantemente en pantalla. Si bien la nominación al Oscar a mejor actriz personalmente me parece exagerada (hubiese preferido a Alana Haim por Licorice Pizza), sería injusto no aplaudir su difícil labor de encarnar a una de las figuras más emblemáticas del siglo XX y estar a la altura de las expectativas. El resto del reparto (mención especial a Timothy Spall) cumple en los pocos momentos que tienen en cámara. Spencer es una película diferente sobre Lady Di. Sin tanta acción ni su terrible final, hace hincapié en la Spencer que Diana lleva dentro, en el amor por sus hijos y la deteriorada relación con la familia real. Si les interesa mucho el tema, es una buena opción para ver en pantalla grande. Si no, quizá no tanto… Puntuación: 6/10 Por Manuel Otero
Magia en el Soho… y en el cine El director de la trilogía del Cornetto (Shaun of the Dead, Hot Fuzz, The World’s End) regresa a la gran pantalla con una ambiciosa película que podía salir muy bien o muy mal. Sin embargo, Edgar Wright se sale con la suya y demuestra una vez más que entiende sobre cualquier género. Thomasin McKenzie (la joven de Jojo Rabbit) encarna a una chica que recibe una beca para ir a estudiar moda a Londres, razón por la que abandona su pequeño pueblo y viaja sola a la frenética y multifacética ciudad. Allí las cosas no son como las esperaba, pero consigue abstraerse de su actualidad en sus fantasiosos recorridos nocturnos por la mágica y peligrosa década de los ’60 en ese mismo lugar. Wright compone un film repleto de nostalgia que nos recuerda un poco a la reconstrucción de los fines de la década de 1960 de Los Ángeles de Tarantino en Once Upon a Time… in Hollywood, solo que esta vez estamos situados en pleno Londres. La banda sonora, como no se podía esperar otra cosa del cineasta, es totalmente de lujo y nos retrotrae a otra época. Los juegos de luces y sombras funcionan a la perfección, y toda la película parece ser un recorrido de glamour, fantasmas del pasado y maravillas. Un poco como Baby Driver que está casi pensado como video-clip, Last Night in Soho se desliza con naturalidad en su propio mundo a través de fantásticas secuencias y magníficas transiciones que hipnotizan a la audiencia. El reparto cumple con lo esperado. Anya Taylor-Joy y Matt Smith conforman un buen dueto, pero sin dudas quien se lleva todas las flores es la increíble Thomasin McKenzie. Desde el inicio hasta el final se pone la película a los hombros y es convincente en cada escena. Totalmente magnética. Con solo 21 años y algunas buenas cintas en su bolsillo, la actriz comienza a dejar huella y promete un grandioso futuro. El arco del personaje principal está bien construido y ejecutado en todo momento; quizá lo peor de la cinta sea su último acto. Pareciera no tener tanta fuerza como el resto del metraje, pero hay que reconocer que aún así termina siendo satisfactorio y nunca deja de tener sentido. Eso sí, a Wright pareciera importarle más lo maravilloso que lo propiamente real (y qué bien le sale). Por último, las referencias. Se nota que Edgar le gusta ver buen cine, viejo y actual, y en cada propuesta tiene bien en claro lo que quiere. Párrafo aparte a su homenaje a Pulp Fiction de Tarantino (o si nos retrasamos más, a Fellini). Wright contó en una entrevista que fue Quentin quien le propuso la idea del nombre del film y, como son buenos amigos, no sería nada extraño que hayan charlado varias cosas más sobre cómo encarar la cinta. Last Night in Soho es un thriller psicológico de fantasía que no defrauda y, por el contrario, supera las expectativas. Si bien a muchos puede no convencerles algunas cosas propias de la trama, el film resulta un hipnótico viaje en el que Wright demuestra su habilidad para conseguir el ritmo justo en cada escena y salta de una época a la otra con soltura. Nos recuerda que es en la sala de cine donde realmente ocurre la magia. Ideal para los amantes de la buena música. Puntaje: 8,5/10 Por Manuel Otero