El Ángel: Una versión edulcorada sobre uno de los mayores criminales de la historia argentina.
En su última película, el director Luis Ortega elige un foco onírico y algo condescendiente para contar la vida de Carlos Robledo Puch.
“Un ángel caído es una criatura de esencia angelical que por haberse rebelado contra Dios ya no puede regresar al cielo. Satanás fue un querubín creado por Dios que, a pesar de haber sido perfecto y hermoso, se llenó de maldad y fue expulsado del cielo”
Tanya Torres. About Español
¿Será mucho comparar a Robledo Puch con Satanás? Posiblemente no. Conocido por todos como “el ángel de la muerte” o “el ángel negro”, Carlitos, como lo llamaba su madre, podría haber hecho honor a sólo una parte de su apodo, al considerarse su nacimiento un milagro ya que sus padres no podían engendrar vida y al pedir un milagro, nace Carlos Robledo Puch y con él una historia de asesinatos, violaciones, robos y horrores que solo dan lugar a calificarlo como el ángel caído, aquel niño en apariencias (para la época y para las estigmas de lo perfecto) bello, puro, rubio, y por dentro un psicópata capaz de disparar a la cuna donde duerme un bebé.
Ahora bien, Luis Ortega ya había mostrado su interés en contar relatos criminales sucedidos en el país, con “Historia de un Clan“, para el formato televisivo, lo que le abrió las puertas para poder llegar a la pantalla grande, ahora de la mano de grandes productoras y distribuidoras tras sus espaldas para ponernos de cara nuevamente con el horror generado por Puch, tantos años atrás.
Ortega, quien confesó querer hacer una versión libre, o muy propia, o muy onírica, sobre los hechos; nos muestra un Robledo que no condice en su totalidad con el monstruo que acribilló más de una decena de inocentes, a sus compañeros de delitos. El director decide no ir por todo, y omite en su totalidad cualquier escena que tenga que ver con las violaciones perpetradas por el ángel y por su socio en esos tiempos. No se muestran, no se nombran.
Su enfoque apunta a la filosofía de vida del personaje, al vivir sin preocupaciones, a que nada es de nadie, y refuerza incisivamente sobre la sexualidad de su protagonista, algo que si bien es parte de quien es Robledo, deja de lado lo importante que podría haberse dicho o mostrado sobre un hombre que más allá de amar a otro hombre, amaba ante todo y todos, el dolor ajeno.
Aún cuestionando la decisión del director, es menester reconocer la calidad cinematográfica que posee Luis Ortega, desde la fluidez narrativa hasta la estética lograda, situándonos en el principio de la década del setenta, con una ambientación muy bien lograda, que cuenta con una banda sonora excelente para lograr un combo perfecto.
En material actoral el elenco brilla como los rulos de Puch, Cecilia Roth y Mercedes Morán en sus personajes como madres de Carlitos y Ramón, respectivamente, dan clase de actuación, Daniel Fanego demuestra una vez más su versatilidad, y el Chino Darín y Peter Lanzani confirman ser dos de los actores jóvenes más completos en la actualidad.
Nos queda entonces el pequeño Lorenzo Toto Ferro, una exquisitez de actor, una gema descubierta, mérito rotundo del realizador quien apostó a alguien sin experiencia, para protagonizar lo que quizás vaya a ser una de las películas nacionales más importantes de este año. Toto Ferro es Robledo Puch, no solo desde el calco físico y postural, sino desde el gesto y la mirada, el relajo ante el otro, la inocencia de aquel que solo quiere pasarla bien. No cabe duda que lo mejor que tiene la película recae en Ferro, quien con destreza y sutileza no tiene nada que enviarle a los mejores actores del momento.
Lo que nos lleva entonces a retomar el punto de por qué Ortega no aprovechó tremendo actor, bestial historia para entregar una película lo más cruda posible sobre una realidad desgarradora, en vez de una historia demasiado agridulce con tintes simpaticones.