De la mano de un protagonista seductor que se apodera de cada escena, una narración perfecta y un gran soundtrack, El Ángel pinta para ser la mejor película argentina del año.
Carlos Eduardo Robledo Puch es el presidiario más longevo de la historia argentina. Lleva más de 45 años preso en el penal de Sierra Chica por 17 robos y 11 homicidios cometidos en poco menos de dos años. Puch es un sociópata cuyo raíd delictivo mantuvo en vilo a la sociedad y su posterior detención sorprendió a los medios y la población debido a sus cualidades particulares. Puch no era el típico arquetipo de criminal: un niño joven y atractivo de rostro angelical, rizos rubios y ojos claros que venía de un hogar de clase media trabajadora y estudiaba en un colegio privado.
Luis Ortega ya dirigió dos largometrajes interesantes (Caja Negra en 2002 y Monobloc de 2005) pero el gran público está más familiarizado con su trabajo en televisión ya que dirigió todos los capítulos de dos de las mejores ficciones televisivas de los últimos tiempos: El Marginal e Historia de un Clan (donde también escribió los guiones).
Carlitos (Lorenzo Ferro) es un encantador sociópata adolescente de 17 años que vive con sus padres (Cecilia Roth y Luis Gnecco) y se describe como “ladrón de nacimiento”. No por gusto ni necesidad (de hecho, la mayoría de sus botines terminan siendo regalados u olvidados), sino por una irrefrenable pulsión de rebeldía que lo empuja a quedarse con lo que no le pertenece. Su vida cambia al conocer a Ramón Peralta (Chino Darín), un compañero hosco y varonil de su nuevo colegio secundario que se dedica a cometer robos junto a su padre (Daniel Fanego) y con el aval de su madre (Mercedes Morán).
No sería una exageración afirmar que estamos ante el mejor estreno argentino del año (hasta ahora). El gran mérito de Luis Ortega es no jugársela por una biopic tradicional ni un relato verídico de los crímenes de Puch (demasiado atroces como para hacer un producto atractivo para la audiencia) sino reinventar la historia real del célebre asesino para crear una película narrativamente perfecta y muy estilizada.
Ortega no nos muestra un monstruo ni intenta hacer que empatizemos con el asesino. Nos muestra a Puch como un joven despreocupado y liberal que está completamente desconectado de la realidad. Roba porque es una aventura y le divierte, mata porque si. La película nos muestra esto pero no juzga al victimario ni nos alecciona con una moraleja final. De hecho, vemos el relato de las fechorías de Puch pero nunca llegamos a verlo tras las rejas pagando por sus crímenes.
Gran parte del encanto de la película descansa en la genial interpretación de Lorenzo Ferro. El actor debutante brinda una actuación hipnótica y seduce al espectador en cada plano con su mirada que mezcla el encanto angelical de su rostro y la oscuridad de su mente psicópata. Como contrapunto de la delicada locura de Ferro, Chino Darín compone a un criminal consumado que se sorprende por el “talento natural” de Carlitos a la hora de delinquir. Juntos llevarán adelante un vínculo ambiguo e interesante que va desde la amistad más fuerte hasta la tensión sexual. Luis Gnecco y Cecilia Roth cumple con sus roles de padres preocupados pero los que se lucen en papeles secundarios son los “padres criminales” de Carlitos.
El Ángel utiliza la cultura pop de principios de los 70′ para otorgarle una faceta cool a la película con su detallada dirección de arte, diseño de vestuario y principalmente la música. El soundtrack de El Ángel está puesto al servicio de la trama y sus pegadizas canciones de rock y música popular argentina (Pappo’s Blues, La Joven Guardia, Manal, Piazzolla, Leonardo Favio, Billy Bond y Palito Ortega. Sí, el padre del director) le otorgan un tono canchero y estilizado “a lo Tarantino”. La fotografía excelente y muy cuidada es la frutilla del postre de esta película excelente y arriesgada que demuestra que el cine de autor argentino puede ser masivo, entretenido y popular brindando un producto de altísima calidad.