La vida de Robledo Puch merecía una película, y después del éxito que fueron primero El Clan (Pablo Trapero) y luego Historia de un Clan (Sebastián Ortega), el hermano del director de esta última, Luis, entendió la oportunidad cinematográfica que significaba adentrarse en la mente del más temido asesino serial de la Argentina. Y es que la vida de Puch parecía ya condenada a la pantalla grande desde sus primeros pasos como ladrón: si bien el film parte de un Robledo adolescente que está terminando el colegio, testigos afirman que en la vida real el muchacho con cara de ángel habría comenzado mucho antes sus aventuras delictivas.
Lo enigmático de un personaje como Robledo es que siempre pareció escaparle a todas las nociones y preconceptos que tenemos de los criminales de su estilo: no creció en un hogar disfuncional, no vivió jamás en la marginalidad (aunque tampoco en la opulencia) y, para colmo, portaba un rostro capaz de enamorar desde la chica más santa hasta la más descarriada. Todo eso lo obtuvo sin esfuerzo alguno y, ni desagradecido ni responsable, simplemente decidió utilizar sus talentos para el mal.
Para retratar a Puch, Ortega tomó la sabia decisión de acercarse a Rodolfo Palacios, acaso uno de los periodistas criminales que más tiempo le dedicó a estudiar a dicho personaje. Después de todo, fue quien escribió El Ángel Negro, pieza en la cual está libremente basada la película. El resultado, lejos de ir a lo predecible, sorprende por lo arriesgado de algunos pasajes: a kilómetros de distancia de la crónica policial, El Ángel no tiene problema en ficcionar la vida de Puch y altera así piezas clave de la vida del asesino. Esto último resulta curioso porque, al fin y al cabo, éste es uno de los casos que validan el cliché de “la realidad supera la ficción”. Y, si bien algunos crímenes son presentados tal cual sucedieron, ciertas alteraciones (más allá de nombres y apellidos, lo cual resulta lógico) sorprenden porque se adentran en un terreno pantanoso, ciertamente difícil de explorar. Abundan interpretaciones que quedan latentes acerca de la sexualidad reprimida del protagonista, y mientras que en su mayor parte se lo retrata como lo que verdaderamente fue (y es), es decir, un psicópata, otras escenas parecen olvidarse de ello y buscan explicación a lo sencillamente inexplicable.
Quizás se deba una necesidad de clausura que calma las ansias del espectador, impaciente por comprender “por qué lo hizo” cuando, lejos del cine, algunas acciones en la vida real no tienen respuesta. No obstante, un impecable trabajo técnico (resalta el uso del color y la fotografía), junto con la increíble caracterización de Lorenzo Ferro como Robledo, y la buena labor de un elenco que incluye al “Chino” Darín, Daniel Fanega, Cecilia Roth y Peter Lanzani, hacen de El Ángel uno de los mejores films nacionales del año.