La ópera prima de Mercedes Laborde es una historia de mujeres hecha por un equipo técnico y actoral casi íntegramente femenino. Los hombres aquí están ausentes (de hecho son los que desencadenan el dolor) o en un muy discreto segundo plano. La protagonista es Flavia (Lorena Vega), que hace poco ha perdido a León, quien fuera su pareja durante ocho años. En medio del duelo, de la necesidad de mudarse de la casa que ambos compartían y de sus propios deseos de ser madre, irrumpe en su vida Lucía, la hija que León había tenido con su anterior mujer.
El año del león es una película de cámara (pocos intérpretes, mínimas locaciones, muchos interiores) donde la contemplación y cada pequeño detalle puede adquirir una dimensión insospechada. El eje de la propuesta es el intenso trabajo con las actrices, que alcanzan la esencia de los personajes con bastante naturalidad a partir de una puesta en escena sencilla y una cámara lo menos intrusiva posible.
No hay lugar aquí para el artificio, para el regodeo estético (los cuerpos se muestran orgullosamente con sus imperfecciones) ni para la demagogia complaciente. Se trata de una exploración cruda, sensible y honesta sobre las heridas, los interrogantes, las contradicciones, las necesidades y las búsquedas de las mujeres cuando cruzan la barrera de los cuarenta años.