Dos mujeres mantienen una conversación en la puerta de la casa de una de ellas. Hay cierta tensión manifiesta. La dueña del hogar no invita a la otra a pasar. Hablan de una niña, si podría quedarse en casa de una de ellas. Hay un viaje de por medio.
El año del león está estructurado sobre uno de esos dos personajes (Flavia, la que llega) y Lucía, la hija de su ex pareja. El filme se toma su tiempo para que el espectador descubra relaciones, y eso es más que un acierto. No le da todo masticado a su público, quien debe analizar con los datos que maneja quién es quién y qué sucedió.
Sin spoilear, porque pronto uno entiende la situación, León falleció, y Lucía quiere pasar tiempo con Flavia, allí en la casa que la pareja compartía. Hace años que León se había separado de su esposa, pero hay cuestiones que no se habían cerrado. O hablado.
El año del león se apoya mucho en Flavia, lo que es decir en las espaldas de Lorena Vega, la actriz de gran trayectoria en el teatro (Yo, Encarnación Ezcurra y La vida extraordinaria, en cartel) más que en el cine. Sus silencios, sus encuentros con otros hombres, la manera en que habla con Lucía son las formas que Mercedes Laborde encuentra para desplegar su personaje.
La película de Laborde, con la que debuta en la realización, está llena de buenas intenciones. El problema del filme es que se resiente en su desarrollo, no por cuestiones de guión -está claro lo que Laborde quiere contar, y lo hace-, sino por los tempos y algunas situaciones. Sea por actuaciones de reparto que no ayudan, o algunos detalles, pero son eso, detalles. La directora, si no explicó al inicio del relato, no irá a hacerlo luego, y tampoco en el final.
Vega le pone el cuerpo literalmente a todo. Está casi siempre en pantalla, y tiene algún buen contrapunto. La pequeña Malena Moirón trata ser natural, y más encorsetada está Julieta Vallina, de Los vecinos de arriba, en teatro.