Este film de suspenso gótico, premiado en el Festival de Sitges, se basa en la relación entre una mujer que, en los años ’70, va a hacerse un aborto clandestino y la doctora que la atiende. Con Lola Berthet y Jimena Anganuzzi.
Premiada en el Festival de Sitges como mejor película de la competencia Noves Visions, la sección que el propio festival define como la «más indie y arriesgada» de las que lo integran, EL APEGO le escapa a los modos tradicionales de la película de horror para crear una suerte de drama gótico con elementos de suspenso que transcurre, en buena parte, en una misteriosa clínica donde se hacen abortos clandestinos. Si bien la película no es del todo precisa con la época en la que transcurre la acción, su sinopsis nos aclara que son los años ’70 y, como se sabe, el aborto en la Argentina recién se legalizó en 2020. La clínica, que es a su vez una casa, es el escenario en el que funciona este drama psicológico entre dos mujeres que parecen no tener nada que ver entre sí hasta que de a poco empiezan a descubrir que quizás no sea tan así.
Filmada en buena parte en blanco y negro (el color aparecerá en circunstancias específicas), la historia comienza con la llegada de Carla (Jimena Anganuzzi) a esta clínica secreta a la que no se entra fácilmente. La chica es revisada por Irina (Lola Berthet), la doctora encargada del lugar, y la mujer descubre que el embarazo está mucho más avanzado de lo que Carla creía y que no es posible abortar. Pero en la clínica existe otro «plan», que consiste en dar a chicos en adopción de modo ilegal. Dicho de otro modo: venderlos. Pero como la desesperada Carla no tiene donde vivir y a la áspera Irina el negocio le conviene, decide ofrecerle la clínica como hogar hasta el nacimiento, buscando candidatos en esos meses.
Las cosas prueban ser un tanto más complicadas en este escenario de aspecto un tanto temible. Carla tiene un pasado familiar bastante oscuro e Irina tiene también sus problemas en el pasado. Lo que más las separa, en apariencia, son sus comportamientos sexuales. Carla tiene un largo historial de hombres, sexo casual y otros asuntillos que mejor no revelar mientras que Irina, por el contrario, es casta, casi una monja. Pese a estar convencida que su trabajo cubre una necesidad social (lo escribe en un diario personal), Irina no se transforma en una cálida anfitriona. Más bien todo lo contrario.
De a poco empezarán a pasar cosas raras en el lugar. Un hombre que forma parte de una pareja que planea adoptar, curiosamente, no tiene mejor idea que intentar violar a Carla. El asunto pasa a mayores y termina en un crimen. Es el principio de una serie de calamidades y situaciones extrañas que se vivirán en la casa y que las mujeres deberán ocultar con la ayuda de la adusta mucama (Marta Haller) y de una suerte de «encargado de seguridad» (Germán de Silva) que se ocupa de que no queden huellas de lo que sucede.
De ahí en adelante, las cosas no harán más que enredarse pero no necesariamente de la manera imaginable. En lugar de apostar a crímenes más y más virulentos (que los hay, igual), EL APEGO pega un giro para transformarse en una historia de traumas, de pasiones, de liberación (sexual y de furia) y lo que podría definirse como lucha contra el patriarcado. Y la relación entre Carla e Irina no hará más que volverse más compleja con cada minuto que pasa.
Diment (que tiene un papel breve pero significativo en el film, lo mismo que Luis Ziembrowsky y Edgardo Castro) opta por ir sumando capas y hasta subtramas a un relato que se abre de maneras insospechadas. Y acaso la punta más original de la película tenga que ver con cómo esas dos mujeres que parecen tan distintas de entrada se descubren unidas por similares traumas, pasando de la tensión mutua del principio a la relación bastante diferente que tendrán después.
El director de EL ESLABON PODRIDO, entre varias películas de género, sabe que su historia tiene más que ver con meterse en la piel de esos personajes que en llenar la pantalla de sustos, y es por eso que su forma de encarar el material se va alejando de los rasgos hitchcockianos a los que parece apuntar al principio para ir a un tipo de historia que bien podría encarar alguien como Pedro Almodóvar cuando le impone su estilo a historias sacadas de la tradición de la novela negra en su versión feminista.
Sin apurar los mecanismos del suspenso y el horror –de hecho, hasta se podrían quitar algunos y no sucedería nada–, EL APEGO es una inteligente manera de trabajar ciertos traumas ligados a la violencia de género y a los abusos sexuales, poniendo también a la prohibición de abortar en esa categoría. Con sus perturbados y hasta violentos modos, Carla e Irina tienen muy claro cuál es el enemigo. Pueden no saber cómo combatirlo y quizás terminen dañándose a ellas mismas, pero el tiempo –o las generaciones posteriores– terminarán dándole la razón.