El apego

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Co-dependencia.

Con un recorrido festivalero donde todas las expectativas se depositan en el Festival de Sitges (Cataluña) para repetir el éxito obtenido años atrás con El eslabón podrido (2015), el realizador Valentín Javier Diment regresa a la ficción con su nuevo opus El apego.

A partir de una idea que el director fue desarrollando con las protagonistas de este thriller psicológico, con elementos de policial duro y una audaz propuesta visual donde el blanco y negro y el color se yuxtaponen y vinculan con estados de percepción y emocionales, la trama ambientada en los 70 se ramifica a núcleos que exploran por un lado una relación de amor sin represión pero sumamente tóxica; el alquiler de vientre de mujeres jóvenes desprotegidas y la práctica de abortos clandestinos con marcados fines económicos.

El dúo protagónico compartido entre Lola Berthet y Jimena Anganuzzi consigue desde el primer minuto ganar la atención y mantener cierta ambigüedad y atmósfera perturbadora que con el correr del metraje va oscilando entre un personaje y el otro.

Sobre el juego de víctima y victimario en claro guiño con el espectador, Diment también establece las condiciones para generar una pasión co-dependiente. Apela, entre otras cosas, a su humor e ironía características cuando procura construir -discursivamente hablando- explicaciones sobre el comportamiento y las conductas humanas bajo el ala falsa de la racionalidad y el psicologismo chapucero y cobarde que descree de lo impredecible como base primaria antes que lo predecible como consecuencia de una causa.

Si el deseo y el impulso cobraran sentido ontológico, entonces El apego sería el mejor teatro de operaciones para que las estrategias de la seducción y la picardía de Tánatos por encima de la pulsión del ya conocido Eros, actuara desapercibida y libre de represiones. Así lo impredecible formaría parte del desorden en un tiempo histórico en el que la imposición del orden tanto en lo moral como en lo que a la libertad se refería no existía y además con el amparo de una sociedad hipócrita.