El apego prodiga placeres visuales de todo tipo. Un buen ejemplo es el matrimonio que quiere quedarse con el hijo de Carla, ridiculizado por la indumentaria y situado en el centro del plano con un encuadre que aprovecha la totalidad de la superficie que lo delimita. Lo mismo podría decirse del laboratorio en el que la doctora cocina los huesos de sus víctimas o del cuarto en el que tienen sexo Carla e Irina. Los detalles pertenecen a la gramática visual del cineasta, como también los travellings puntillosos y los planos enrarecidos en ocasiones específicas.