Una Apocalipsis aburrido y caótico
Tal vez alguien se acuerde del actor Kirk Cameron. Protagonizó la serie "¡Ay! Cómo duele crecer" (Growing Pains, 1985-1992), en donde se ponía en la piel del adolescente Mike Seaver. Cameron fue una de esas estrellas juveniles de los ochenta cuya estela se fue desvaneciendo rápidamente hasta quedar en el olvido (tómense el trabajo de buscar una foto y les vendrá enseguida el recuerdo de quién era este muchacho).
Lo cierto es que mientras su carrera se iba a pique filmó la película (lanzada directo a video) "Dejado atrás: El fin de los tiempos" (Left Behind, 2000), una adaptación del bestseller homónimo. Era el periodista Buck Williams que lidiaba con la profecía bíblica del Armagedón en la cual todas las personas que creían en Dios desaparecían instantáneamente de la faz de la Tierra y los que quedaban iban a tener que hacerse a la idea de que el Anticristo pronto iba a tomar el poder.
El largometraje era bastante mediocre y casi olvidable, pero la serie "Left Behind" -o Dejados Atrás-, escrita por Tim LaHaye y Jerry B. Jenkins, dio lugar a 11 novelas.
Kirk Cameron volvió a ese rol en dos oportunidades más: "Dejados atrás 2: Comando Tribulación" (Left Behind II: Tribulation Force, 2002) y "Dejados atrás 3: El mundo en guerra" (Left Behind: World at War, 2005).
"El Apocalipsis" (Left Behind, 2014) es una remake de esa película de 2000 y, para ser sinceros, es peor que la original.
Chloe (Cassi Thomson) vuelve a su hogar para pasar su cumpleaños junto a su familia. Está distanciada de su madre (Lea Thompson) debido a que ella se volcó totalmente a ser una ferviente creyente de Dios. Y su padre, Ray (Nicolas Cage), piloto de avión, tiene su "energía" puesta fuera de casa. Es que no hay azafatas feas, ¿no? Ambos se encuentran en el aeropuerto y ahí ella se entera que su padre aceptó hacer un viaje a Londres. Chloe queda triste por todo lo que pasa con su familia, pero allí está el célebre periodista Buck Williams (Chad Michael Murray) para darle un hombro para que ahogue sus penas.
Chloe va a su casa con su mamá y hermanito, Buck toma el avión que pilotea Ray y todos siguen con sus vidas. Pero en unas horas un evento pondrá al mundo de cabeza: millones de personas en todo el mundo se desvanecen al instante de donde se encuentran, causando accidentes, incendios, que se produzcan saqueos, disturbios, una hecatombe total. Mientras Chloe busca desesperadamente a los suyos, Ray trata de lidiar con sus pasajeros y aterrizar el avión a salvo, y Buck se esfuerza por entender qué pasó. Pronto llegan a la conclusión de que esto es obra de Dios y se llevó a todas las personas buenas y creyentes para salvarlas del Apocalipsis.
A esta altura ya casi no caben dudas de que Nicolas Cage tiene una deuda monetaria importante, sino no se entiende que un actor de su talento siga tomando esta clase de roles en filmes tan mediocres.
El elenco es de segunda línea, los efectos visuales y especiales parecen hechos con una Commodore 64, el ritmo y tono del filme es digno de un largometraje del viejo y querido canal Hallmark.
Nadie dice que no se puedan tocar temas religiosos en los filmes, el tema es cómo se hace. Más allá que durante el largometraje hay un dedo gigante que apunta y juzga a todos los "no creyentes" haciéndolos pagar por sus pecados -como promover el libre albedrío o hacerse cargo de su ateísmo-, el problema de la película es que es aburrida, sosa, poco inteligente y hasta caótica en sus planteamientos.
La única manera que se provoque un Apocalipsis es si sus realizadores deciden hacer una secuela. Recémosle a Dios para que esto no ocurra.