El Apocalipsis

Crítica de Paula Caffaro - CineramaPlus+

No es por menospreciar a ninguna religión, pero lo cierto es que Apocalipsis, la última película del avejentado Nicolas Cage, no tiene nada que envidiarle a aquellos videos paródicos que suelen verse en Los Simpsons antes o después de los encuentros dominicales del Reverendo Alegría. Con estricta bajada de línea moralista y un guión forzado hacía, no sólo lo inverosímil, sino también lo ridículo, el filme cuyo tráiler vende “una de acción”, decepciona desde el minuto uno.

Con Cage a la cabeza de un elenco que parece no haber pasado nunca por una clase de actuación, la película, que cuenta la historia de cómo, ante el fin del mundo, Dios, decide salvar a los impolutos sin pecados, dejando en la Tierra a personas odiosas, pecaminosas y sucias como los adúlteros, los drogadictos, las prostitutas y, sobre todo, a los no creyentes, el filme intenta recrear un discurso “pedagógico” que imparta (y recuerde una vez más) a todos los fieles el mensaje de la redención y el perdón ante la catástrofe del día del Juicio Final. Por eso, es que desmaterializados en el aire, los elegidos abandonan sus pertenencias mundanas en la Tierra para elevarse al Reino de los Cielos, mientras que todos los demás mortales deberán quedarse para morir cruelmente.

El cuestionamiento a la palabra del Señor es el pecado más grave e irreparable de este universo estrafalario en el cuál, los aviones aterrizan sin combustible, con una sola turbina, y en un reducido espacio de tierra iluminado por un fuego provocado por derrame de nafta. ¿Acaso Dios, no hubiera preferido que toda esta manada de pecadores muera incinerada? La respuesta es sencilla: No. No porque el Todopoderoso se haya apiadado de sus almas, sino más bien porque el director del filme los necesitaba a todos vivos, para que tomados de la mano, cual final de comedia barata, avizoraran cómo la ciudad se consume en llamas. Y si a esa altura, alguien aún recuerda que la película se llamaba Apocalipsis, la única justificación que habilita su nombramiento, es este plano general en el cual la destrucción masiva sólo se aprecia a lo lejos y realizada con efectos especiales de la década pasada.

Llena de lugares comunes, viciada de falsa teología y con una estética “invisible”, Apocalipsis es uno de esos filmes que es preferible borrar de la memoria porque no sólo no brindan un goce cinematográfico, sino que dañan la imaginación e intelecto de todo aquel que la vea. Mis dos puntos van únicamente para el trabajo del equipo técnico que seguramente ha tenido que padecer durante todo el rodaje. Ellos sí que deberían ser los elegidos.

Por Paula Caffaro
@paula_caffaro